¡Madre mía, madre mía!, ¡cómo alivia el suspirar!, como después de
cinco años sin tu presencia aun sigues estando en mi mente y a pesar de que se
desvanecen los pequeños detalles, persisten vivos los recuerdos, aquellos que a
lo largo de una vida me fuiste dejando y siempre me acompañan. Lecciones de
amor, de cariño, de gratitud que nunca se olvidan.
En aquella mañana estival tus ojos se abrieron mirando hacia la otra
parte del camino, a la vez que los cerrabas para mirarme, para no ver nunca más
a quienes en ese momento estábamos acompañándote. Un cúmulo de cosas se fue
contigo al exhalar el último suspiro, al dejar tus manos inertes sobre la
blanca sabana que cubría tu vida, que tapaba tus recuerdos, que ocultaban tus
sentimientos, que arropaba todo el cariño que esparciste sobre nosotros con el
deseo de que fructificara y nos hiciera sentirnos ligados para siempre a pesar
de que tú no nos llevases de tu mano, no nos recitases los valores que durante
toda tu vida nos transmitiste.
En aquella eterna mañana de verano me convertí en un huérfano más del
mundo añorando no haberte podido retener un rato más, no haber seguido oyendo
tu voz un rato más, no haber estado en silencio junto a ti un rato más, no
haber paseado contigo un rato más, no haberte llamado por teléfono un rato más,
no haberte hecho compañía un rato más, no haber menguado tu soledad un rato más
y aún hoy añoro el no escribir de ti, todo y tanto como mi mente te recuerda.
Cómo entiendo y comprendo, con el paso de los días, como se espera una
llamada de teléfono, como se añora oír la voz de quienes distantes siempre
tienes en mente, como se desea compartir la compañía de quienes ni un instante
se disipan de mi pensamiento. Pero a pesar de las carencias y sentir las
ausencias, de ti aprendí a ser feliz como soy hoy, a saber dar alegría, tener
para todos una sonrisa, una palabra, un guiño, una mirada, una mano tendida,
una caricia, un beso y a pesar de que no sé o supe agradecerte tanto como me
distes, si deseo que sepas, que sepan, que en mi mente perdura la voz que
silenció la tumba, la voz que me corrigió, que me alentó, que me censuró, que
me orientó, que me instruyó, que me ayudo a ser feliz llorando tu ausencia y sintiéndote,
sintiendo cerca a quienes tanto quiero y amo y es por ellos por los que hoy
quiero decir, puedo decir gracias MAMA porque llevo un lustro contigo y sin ti.