Cuando supe del libro ¡INDIGNAOS! de Stèphane Hessel, me apresure a adquirirlo y leerlo casi en un trayecto de metro. "¡Indignaos!" es, más que un manifiesto, un grito para despertar conciencias de todos ante las injusticias universales, la pérdida de valores éticos elementales. Es una denuncia a los últimos retrocesos sociales, que son analizados por un nonagenario. Es una llamada, especialmente a la juventud, para rebelarse de forma pacífica contra las injusticias de un mundo dominado por los poderes económicos. Lo que no podía imaginar es que poco después de un mes de haberlo leído y por supuesto, sentirme un mucho indignado, se iniciaría el movimiento 15-M, con toda la repercusión que está teniendo.
La indignación es un sentimiento, un sentimiento moral, su desencadenante es algún atentado contra la dignidad de las personas y por tanto está relacionada con la justicia.

¿Dónde está la coherencia? Cuando acontecieron manifestaciones y protestas, convocadas por sindicatos que se hacen llamar, representativos de los trabajadores, se acuso a la juventud de falta de participación y ahora cuando se manifiestan, se mueven, se movilizan y se indignan con una inigualable y eficaz estructura, orden, organización y democracia, se les critica. Los mismos medios de comunicación que en su día, los ignoraron, los acallaron, los vitorearon, hoy los insultan, los ridiculizan, los desprestigian y les adicionan toda serie de escarnios. Ahora están vulnerando los derechos de los ciudadanos ¿alguien los ha vulnerado más que “la crisis”?
Somos muy pasivos, aguantamos demasiado, y nos invade una especie de desesperanza, parece que alguien nos ha convencido o nos convence de que no se puede hacer nada fuera del paraguas de lo establecido, que nada tiene solución, que no hay más cera que la que arde. Es preciso que el sistema político ofrezca soluciones desmarcándose del poder económico, repudiando, excluyendo y condenando a los corruptos y acercándose realmente al pueblo, a los votantes, a los indignados que quizás tengamos que leer más a Jean Ziegler, Ernesto Sabato, José Saramago, Eduardo Galeano, y menos prensa sensacionalista, partidista y subvencionada.
Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable. (Eduardo Galeano).
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