En
estas mañanas frías, de molesto viento, en las que el sol apenas deslumbra y
calienta, parece que empieza a nacer otra nueva primavera. En estas mañanas voy
rodando por carreteras locales, secundarias, vías de servicio, caminos, carriles,
trochas, senderos y veredas pedaleando sobre
la bicicleta que me desplaza permitiéndome descubrir nuevas mañanas, viejos
campos con nuevos colores.
Las
orillas y cunetas del recorrido, están ya repletas de verdor que marca la
separación entre la zona de tránsito y los campos de labranza. Orillas y
cunetas donde crecen matorral, esparragueras, hinojos o cardos de géneros y
especies variopintas y propias del lugar.
Las
orillas y cunetas del recorrido están adornadas, entre otras plantas silvestres
florales, de margaritas de pétalos blancos y flósculos centrales amarillos, de
malvas con flores violetas, jaramagos de flores amarillas pequeñas, y por las
rasadas o rojas amapolas primerizas.

Al
paso por las proximidades de riachuelos se levantan colleras de patos al igual
que lo hacen las de perdices que alzan el vuelo o están agazapadas vigilando
por donde revolotean las águilas que con sus alas extendidas planean a gran
altura y escudriña en busca de sus víctimas.
Mientras
transito viendo el verde trigo y los nuevos colores primaverales que tanto
recuerdos me evocan, rompe mi silencio el ruido de un tractor que marcha por
las proximidades o labora preparando los campos para la siembra de los productos
que a la postre germinarán y darán sus frutos.
¡Ay, quién supiera escribir! como los poetas, como los
escritores y loar a la primavera, al amor. ¡Ay el amor! siempre el amor, que
por estas épocas florece o se desbarata. El amor adolescente, perpetuo,
pasajero, secreto, cómplice, carnal, banal, lisonjero, corrupto, longevo. Amores sufridos, benignos y sin envidia, amores
prohibidos, y que han sido, son o serán leyenda.
Llega
la primavera con una explosión de luz y color que viste y engalana los campos con
un armónico manto polícromo denotando la esperanza de la vida con olor a azahar
y claveles.
Llega la primavera que invita a pensar,
a quienes en el bastidor de su mente tejen bordados de soledad con hilo de
recuerdos enhebrados en aguja de nostalgia.
20 de març de Joan M.
Serrat
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