El 25 de abril del 2015 quedará señalado para siempre en la historia de las catástrofes mundiales como han quedado otras muchas fechas a lo largo de la historia por el mismo motivo. Ese día un seísmo de magnitud 7,9 en la escala Richter, registrado a las 11:57 h. en Nepal, hacía temblar los cimientos de la tierra nepalí devastando, la capital Katmandú, y extendiendo la destrucción a gran parte de un país multicultural, multilingüe y secular con las más altas y gélidas cumbres de la tierra, ese techo del mundo que en cuestión de segundos se ha hundido convirtiéndose en el sepulcro de quienes en la zona del Everest deseaban llegar hasta la cima de la tierra, el Himalaya.

Una vez más la solidaridad de la
población“favorecida” es precisa, es
obligatoria, es imprescindible, es urgente, es...
Una vez más hace falta absolutamente de todo
para una población cuyas infraestructuras de transporte son relativamente subdesarrolladas,
lo que impide la pronta llegada de todo lo que es imprescindible en estas
situaciones.
Una vez más vemos a niños llorar,
pedir, sufrir, penar, dormir y deseamos, esperamos, queremos verlos muy pronto,
vivir como merece su condición de niños, aún en medio del caos y la tragedia,
siendo felices.
Una vez más es precisa la solidaridad de todos y dar gracias, gracias a quienes ayudan porque así empujan a la raza humana para que sea más grande, más atrevida, y vivir la vida de verdad en vez de sobrevivir a ella.
Una vez más es precisa la solidaridad de todos y dar gracias, gracias a quienes ayudan porque así empujan a la raza humana para que sea más grande, más atrevida, y vivir la vida de verdad en vez de sobrevivir a ella.
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