lunes, 2 de junio de 2008

EL AGUA DE BARCELOANA

Después de haber pasado el fin de semana en Sevilla me da una cierta tranquilidad el haber vuelto a Barcelona.
La Barcelona que parece ser que esta saliendo de la alarma de sequía y de falta de agua gracias a las lluvias de los últimos días y las que al parecer quedan por llegar.
Al parecer no será preciso contar con la insolidaridad de los pueblos del sur de Cataluña para tener en esta ciudad el mínimo de agua para beber en los próximos meses.
Barcelona es prolifera en fuentes en las calles, pero no me imagino a la gente yendo a buscar el agua a las fuentes. No me imagino la estampa de antaño. Una mujer vestida de negro, el pelo recogido en un moño y que dejaba sueltos algunos cabellos que al capricho del aire se movían por la tez morena de quien sobre la cadera acarreaba un cántaro, damajuana, cantara, alcarraza o jarrón mientras entras en la otra mano llevaba un botijo, botija, piporro, botijuela, búcaro o un cubo, mientras un niño desarreglado y despeinado al que afloraban los mocos iba cogido del delantal caminando con paso renqueante. El primer recipiente era el del agua para los usos domésticos, el otro para beber.
No, esa imagen no se volverá a repetir, ahora veríamos a la señora, al marido, al padre, al hombre con un carro de la compra lleno de garrafas vacías de plástico, de las de cinco litros que con orden las va llenando de la fuente publica y las coloca ordenadas en el capazo con ruedas del que tira y arrastra a la entrada de la casa, por las escaleras del portal hasta la puerta del ascensor. Allí mientras se desplaza lentamente hasta un décimo piso quizás piensa en la comodidad de tener agua en casa y en donde pondrá tanta garrafa porque debajo de la mesa de la cocina ya esta ocupado por las botellas de otras bebidas y los cartones de leche. Piensa en la comodidad de no tener que trajinar también el agua para los cotidianos menesteres, la de beber es diferente, esa la seguirá comprando en el hipermercado más distante porque allí es diez céntimos más barata que en el más proximo.
Cuantas comodidades tenemos, incluso no hace falta preocuparse por la bombona del gas, eso sí, no nos hemos prado a pensar lo caro que nos resulta no tener las bombonas en la terraza, no depender de que nos las lleven a casa cuando las necesitamos.
Si alguien hiciera números sobre lo que nos cuesta mensualmente el gas que tan puntualmente nos suministra la compañía y el precio de las bombonas que gastaríamos en un mes, seguro que constataría que esa comodidad la esta pagando muy cara y que el ahorro anual o incluso mensual sería considerable.
Bueno es igual, ya estoy en Barcelona, disfrutando del final del domingo y seguro que en nuestra ciudad en los próximos días, en las próximas semanas, en los próximos meses, muchos seguiremos pasando sed de muchas cosas, pero no de agua, que la tendremos incluso para la innecesaria ducha diaria.