lunes, 5 de septiembre de 2011

NUEVA LUZ, NUEVA VIDA

Siempre me ha gustado escribir aquello que me acontece y supone para mí algo capital en mi vida y sobretodo me gustaría saber escribir bien, saber transmitir lo que siento y que llegue a quien lo pueda leer de forma clara, concisa y profunda, ya que intento escribir desde los sentimientos, algo, que parece estar en decadencia en los momentos o sociedad actual.
Tras los avatares de días pasados tengo la tranquilidad y la calma para departir mi nueva y recién estrenada situación de abuelo. Sí, he sido abuelo por primera vez de una primorosa niña.
El hecho de esta nueva luz, nueva vida, me ha llevado a revivir con orgullo, satisfacción y alegría los momentos de mi paternidad que, aunque lejana en el tiempo, está muy cerca en mi memoria.
Ver a los nuevos padres felices y entregados me ha hecho corroborar vuestro amor, responsabilidad, esfuerzo, humildad, generosidad, alegría, voluntad, y una serie de valores que se han ido afianzando en el esfuerzo diario de todos estos años de mutua convivencia.
Una vez más vuestras ilusiones se ven cumplidas, uno más de vuestros deseos se hace realidad, una vez más nos habéis hecho muy felices a quienes tanto os queremos. Una vez más el hecho de constatar y compartir vuestros logros, vuestros éxitos, vuestros proyectos me hace sentir el deseo de abrazaros muy fuerte, de poder saber transmitiros en estas palabras y en el abrazo todo lo que me hace sentir este evento.
Nada deseo más, que saber ejercer ese nuevo papel que me corresponde desempeñar, seguir estando a vuestro lado en cada momento y al lado de vuestra querida hija, mi nieta, a quien con esperanza e ilusión he estado esperando en todo el tiempo de gestación.
Siento que he vuelto a recuperar y compartir la ilusión de estar con un niño pequeño, sentir el dulce calor de tener a un niño en mis brazos...
Siento que deseo contagiarme de su alegría infantil. Constato que su llegada no implica los grandes cambios que introdujeron en mi vida los hijos y que supuso un cambio radical en mi trayectoria vital: los hijos nos hacen madurar; los nietos, rejuvenecer, porque con ellos volvemos a hacer cosas que ya hicimos como padres. Siento tanto en mi, que incluso me es difícil manifestarlo a la vez que sueño con el día en que sentiré su mano cogida a la mía y caminaremos juntos.