miércoles, 18 de febrero de 2009

EN BARCELONA

De nuevo he vuelto a Barcelona, con sus prisas, su aceleración, sus ruidos en sus interminables calles, su bullicio, sus gentes… no diré que me encuentro nuevo en la gran ciudad pero si un tanto extraño, pero extraño no por estar en ella, sino por lo que me falta. Dejar a personas significativas en mi vida, venir de la cuna del flamenco, lagar de buenos vinos y tierra del caballo, donde he permanecido una larga temporada no resulta fácil.
Sentimientos opuestos se mezclan en mi, por una parte todo lo que he dejado, por otra, la vuelta junto a los míos y al colegio. Todo cuanto he dejado y vivo en mi lo llevo almacenado en las alforjas del recuerdo, alforjas ligeras porque esos recuerdos no me pesan, por el contrario, me dan fuerzas, esperanza, aliento al partir y me reconfortan, animan y me sostienen pensando en el regreso.
Los míos, que puedo decir de los míos, de esos hijos que tanto me enorgullecen, de la madre que en su vejez saca fuerzas de flaqueza para seguir siendo la madre que siempre ha sido, de mis hermanas y de tanta familia que en esta ciudad, ha ido creciendo con el paso de los años.
La llegada al colegió ha sido un tanto inesperada, el afecto, la amistad, la cordialidad, la naturalidad, la afabilidad, el acogimiento ha sido unánime y eso me ha satisfecho y halagado.
A todo este trasiego de llegar, regresar, ir y venir sumo el recuerdo de mis paseos matutinos los más en bicicleta y otros a pie, por las inclemencias del tiempo, contemplando los campos mostrando el albor del verde trigo, mientras la escarcha los cubre y tapiza por la mañana, temprano, antes de que el sol la derrita y a la vera del camino, el riachuelo que discurre sigiloso y donde aves tempraneras se acercan a beber de sus aguas o lo contemplan desde ramas desnudas de hojas o con incipientes brotes que auguran la llegada de la nueva primavera.
Siento paz, tranquilidad, felicidad y una satisfactoria nostalgia, y hoy antes de entregarme al reconfortable sueño pienso en ti y a ti y para ti lanzo al aire mi beso de buenas noches con la ilusión infantil de que como un soplo acaricie tus mejillas.