viernes, 7 de junio de 2019

EMPORIO


Los terrenos que circunvalaban una gran ensenada se vieron afectados por un devastador  cataclismo geológico. Este siniestro suscitó muchos efectos caóticos,  y como resultado provocó que surgieran unos realces pétreos  desde el abismo  del mar. Esta masa surtida se vio afectada y expuesta  a diversos y variados  fenómenos terrestres, que fueron forjando el aspecto que actualmente presenta la zona. El perturbador fenómeno también provocó la decadencia, declinación y extinción de  gran cuantía de variedades animales de aquellos términos. La hecatombe, asimismo, originó el despertar de variedades animales aletargados y de formas extrañas, algunas de las cuales eran semejantes a cefalópodos del orden Teuthida. Estos animales empezaron a emerger desde las simas y a descender de las zonas altas hacia las ocupadas por mares.
Estos invertebrados que comenzaron a desplazar descendiendo de las cimas, en su discurrir, su manto o saco visceral iba arrasando todo cuanto hallaba a su paso, dejando unos terrenos baldíos y yermos. Cuando alcanzaron el mar, se encubrieron en sus adentros provocando la subida del nivel de las aguas y la consiguiente inundación de las tierras limítrofes que quedaron anegadas hasta que todo retornó a la normalidad, y así se creó la llamada zona de la ribera  donde se obraron atarazanas, se construían y reparaban embarcaciones para la pesca. También en la zona de la ribera se obraron cobijos humildes y sencillos donde habitaban las familias de los hombres dedicados a los oficios de la mar. Los engendros semejantes a cefalópodos poseían grandes y luengos tentáculos ubicados sobre la cabeza. Apéndices que en el discurrir de los monstruos hacia el mar, al igual que su manto o saco visceral, iba asolando todo cuanto hallaba a su paso, formando torrentes y ramblas y dejando unos terrenos baldíos y yermos, que tenían entre sí cierta concordancia y similitud entre los espacios que invadieron los tentáculos. En estos espacios, que con el transcurrir de los tiempos se alisaron y rellenaron, se fueron asentando pobladores locales, procedentes de la zona de la ribera  y foráneos, oriundos de lugares limítrofes. Estos nuevos moradores constituyeron un núcleo cortesano.
Núcleo que dio acogida a variados moradores trashumantes, creadores de murallas para protección de ciudadelas, de zonas de actividades mercantiles, de expansión y lugares de cultura y formación. En delimitadas zonas, incluso, se poblaron de vegetación que dio al entorno un encanto, magia y embeleso que formaba parte del orgullo de todos los moradores del lugar que, con apego y agrado, cuidaba a diario de todo su entorno tan preciado y, no solo por los pobladores, sino también por quienes visitaban el lugar para admirar el progreso y logro conseguido por los pobladores asentados en aquellos entornos desde las épocas más remotas hasta los momentos recientes.