jueves, 3 de septiembre de 2009

REGRESO DE VACACIONES

Después de varios lustros, este primer día de septiembre no he sentido los abrazos, los besos, el apretón de manos de los amigos y compañeros de trabajo al reincorporarnos al mismo después de estos días de asueto y descanso.
Añoro el guirigay de aquella sala de profesores donde se entremezclaban palabras con risas. Aquellas preguntas de ¿qué cómo ha ido? ¿dónde has estado? y la verdad es que si no
hablabas de algún evento importante rápidamente las preguntas se dirigían a otros que no dejaban de hablar y explicar sus anécdotas allende los mares o te abrían el apetito diciéndote lo bien que habían comido en determinado lugar que a toda costa te insistían que visitases.
Recuerdo las caras de los recién incorporados, acompañados del mentor de turno que lo presentaba a unos y a otros hasta que se quedaba fijo en un lugar contemplando al resto y pensando en quien sabe que.
Las preguntas sobre los horarios, los nuevos libros, las asignaturas que se impartían “nuevas” en ese curso eran frecuentes.
Cuan difícil se hacia ir dirigiéndose hacia el salón de actos donde se esperaba la arenga de bienvenida y las novedades (por casi todos sabidas) de los nuevos cargos y carguillos, de las “novedades” para el nuevo curso y de las interminable obras de acondicionamiento de un edificio del siglo diecinueve, con profesores del siglo veinte que tienen que ayudar a aprender a alumnos para el sigo veintiuno. También a mí en los últimos años me correspondió alguno de esos “carguillos” aunque he sido consciente de que por mi “no sumisión” a determinados principios, he sentido como realidad, que la sumisión se paga mejor que la libertad.
Hoy, echo de menos esa primeras horas que por un momento te hacían olvidar lo acontecido bajo el sol del verano e invitaban volver a la realidad, a emprender con nuevas ideas, metodologías, fuerzas, ganas y esperanza el nuevo curso.