El país del sol naciente, ese país que un tanto desconocido y que gracias a los actuales medios de comunicación nos lo han acercado un poco más, ha temblado, su potencia mundial es vulnerable, su sol se ha eclipsado.
Un nuevo desastre natural me ha sobrecogido con el agravante de que un familiar vive en la ciudad de Tokio y al que por fortuna no le ha causado desgracia alguna el fatal temblor. Sus palabras del email que he recibido dicen:
“Ya ha pasado el mayor terremoto y los terribles tsunamis. La familia de mi mujer y nosotros, todos estamos bien.
Ahora queda esperar a que la distribución del agua y la luz vuelva a la normalidad para que la vida sea más agradable, especialmente en aquellas zonas castigadas por el desastre.
En cuanto a la central nuclear de Fukushima, espero que consigan controlar la situación y me siento optimista”
Sus palabras me hacen pensar que si él se siente optimista, el alarmismo creado sobre la central nuclear quizás debamos relativizarlo.
¡Cuánta confusión! Esperemos que la catástrofe nos haga reflexionar a todos sobre muchas cosas, sobre la necesidad de investigar seriamente sobre el ahorro de consumo energético y en especial sobre el desarrollo de nuevas fuentes de energía más seguras y menos perjudiciales.
El Imperio Nipón está invadido por el temor y la incertidumbre pero también el pueblo nipón ha dado y está mostrando día a día gran solidaridad y un orden increíbles, por lo que, lejos de seguir escribiendo con una temática catastrofista, desde aquí quiero mandar un mensaje de esperanza y de condolencia para todos los que sufren las consecuencias del fatal desastre.
Volverá a resurgir como lo ha hecho en otras ocasiones y volverán a ver la flor del cerezo en la próxima primavera y volverán, bajo la sombra de los mismos, a compartir amistad, sonrisas y lágrimas mientras celebran la aparición de las flores y la de su símbolo, el crisantemo, no se marchite
