miércoles, 20 de abril de 2011

UNA VEZ MÁS, SEMANA SANTA

Una vez más, la famosa Semana Santa transforma o parece que transforma el panorama nacional. Una vez más en las “vacaciones de primavera” parte de las gentes se arremolina en playas, ciudades y pueblos. Unos para “descansar” otros para distraerse, para holgar y las ciudades de arraigo procesional se echan a las calles para participar en unos festejos que arrancan, al parecer, en la época barroca y a raíz del Concilio de Trento, adquieren una enorme importancia, sobre todo en la Iglesia Católica
Las procesiones, expresión de la piedad popular son el eje y fundamento de la Semana Santa, festividad que se celebra el domingo siguiente a la primera luna llena del equinoccio de primavera en ciudades de norte a sur, de este a oeste que se funden en la tradición de muchos siglos de historia con una gran participación popular.
Una vez más, en el silencio de la noche, los cofrades, los nazarenos, los penitentes discurrirán, por callejuelas estrechas y empinadas o de origen medieval, sólo iluminadas con cirios y en un completo silencio en muestra de recogimiento, se inundan de olor a flores típicas de las procesiones: narcisos amarillos, jacintos morados, caléndulas anaranjadas, calas blancas, rosas y claveles rojos y blancos.
Una vez más, cuando “El Cachorro”, cruce el puente de Triana y los costaleros lo lleven por el Arco del Postigo sus cuatro candelabros de guardabrisas en las esquinas, los dos laterales, y sus cuatro faroles de plata iluminaran el atardecer del Viernes Santo mientras el silencio es profundo y el verlo causa un sentimiento confuso donde la emoción se nos escapa en una inteligible multiplicidad de sensaciones, que nos serenan y emocionan a la vez.
Una vez más, desde la jornada brillante del Domingo de Ramos y hasta que el sonido de los tambores y cornetas de la Procesión de la Resurrección se apaga con la retirada de este último cortejo procesional, los pueblos y ciudades se convierte en una simbiosis de religiosidad y bullicio, de tradición y actualidad, de pasado y presente, de presencia de blancos y azules, de caladiños, de “madruga”, de tamborradas, de saetas, de emoción contenida, de representaciones de la Pasión, de escaparate de obras de arte de escultores como Berruguete, Buss,i Gregorio Hernández, Gregorio Fernández, Juan de Mesa, Juan de Juni, Francisco Ruiz Gijón o Salcillo.
Una vez más, vivir la Semana Santa, para muchos, es una experiencia inolvidable que, quienes la sienten, la quieren repetir, tanto por lo que contemplan sus extasiados ojos, como por la estrecha vinculación que se establece con los lugareños, lazos que serán indisolubles a pesar del devenir ineludible de los tiempos.
Y mientras transcurren estos días, la niña en el seno materno, está en permanente crecimiento y desarrollo mientras que todos mantenemos la esperanza de verla nacer.

lunes, 11 de abril de 2011

DONDE ESTÁN LAS FLORES?

Donde están las flores? Qué ha sido de aquellas flores?. Son tantas y tantas las flores de nuestra vida.
Las flores de la inocencia infantil y que entre el juego de “Si, No” íbamos deshojando sus pétalos blancos.
Las flores de la primera vez que a hurtadilla cogimos una moneda, era el primer pecado.
Las flores que arrancamos de la vereda del camino mientras ascendíamos a las altas montañas donde volvimos a ver flores en medio de los guijarros, y casi como un milagro, abriéndose paso entre la nieve, brotaban.
Las flores de las primeras lagrimas que resbalaron por nuestras mejillas porque el corazón nos hacía daño y que hubiésemos deseado que estuviera lloviendo para que se hubieran confundido y disimulado con las gotas de la lluvia nuestras lágrimas.
Las flores de la primera vez que lloramos por alguien y por algo.
Las flores del primer día que roce su mano y me pareció haberla apretado contra mi pecho con miedo a que se escapara y se perdiera el hechizo, el encanto, la magia, el embrujo, el sueño.
Las flores de la vida de adolescente en que difícilmente nos mirábamos a los ojos mientras cruzábamos breves palabras camino de su casa o de la escuela.
Las flores que como brotes de las rejas, acicalaron mi balcón o se asomaban a la calle desde el alféizar de mi ventana.
Las flores que fueron parte o el todo de un ramo que perfumo con su aroma la estancia hasta que paulatinamente se marchitaron a pesar de la obstinación por mantenerla bienolientes, fragantes, vigorosas, lozanas.
Las flores que sembramos en tierras fértiles, las que sembramos en pedregales, las que regamos con la esperanza de verlas florecer en primavera, las que se marchitaron mientras conservábamos la esperanza. De las que se marchitaron porque perdimos la esperanza.
Las flores que no cogimos, aquellas que regalamos, aquellas que no regamos, aquellas que robamos.
Las flores que llevábamos a la tumba e hicieron aflorar las lágrimas por quienes en su día se fueron y constantemente recordamos.
Las flores de la alegría de vivir, las flores de las cosas bellas, de la justicia, del amor, de la felicidad, de la paz, de la esperanza.
Abre los ojos y veras que aun siguen habiendo flores a tu alrededor. Aun siguen floreciendo las flores de la vida, del amor, de la amistad, de la paz, de la justicia, de…