El 7 de mayo de 2008, el fotógrafo y periodista Gervasio Sánchez subió
a recoger el premio, Ortega y Gasset que otorga el diario El País, ante la
asistencia de un concurrido público, entre ellos estaban también la vicepresidenta
del gobierno, el presidente del Senado, varios ministros, Esperanza Aguirre y
el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, además de todos los demás medios
de prensa.
Pues bien, parece ser que no debió ser del gusto de tan
ilustre público el discurso de Gervasio Sánchez, cuando éste subió a
recoger el premio, condenando dicho discurso al ostracismo y olvido de
toda la prensa.
Así que, como la gran mayoría de medios no han querido publicarlo, quiero dejar constancia en este espacio personal para que lo lean algunas personas más.
Así que, como la gran mayoría de medios no han querido publicarlo, quiero dejar constancia en este espacio personal para que lo lean algunas personas más.
Cuando lo leáis, entenderéis el porqué no han querido darle publicidad.
El discurso
de Gervasio Sánchez dice así:
Estimados miembros
del jurado,
Señoras y señores:
Es para mí un gran
honor recibir el Premio “Ortega y Gasset” de Fotografía, convocado por El País,
diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de
los ochenta y mis mejores trabajos
realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los
noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de
Sarajevo.
Quiero dar las
gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia
y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los
protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los
desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar a
las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin
Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme
sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto “Vidas Minadas”,
al que pertenece la
fotografía premiada, tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.
Señoras y señores,
aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado
hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas
antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo
el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la
incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el
camboyano Sokheurm Man, el
bosnio Adis Smajic y la pequeña
colombiana Mónica Paola Ojeda,
que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro
hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar,
gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.
Les aseguro que no
hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la
felicidad.
Es verdad que la
guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película
“Cuentos de la luna pálida” de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las
armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países
desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado
y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de las minas y al
desminado.
Es verdad que todos
los gobiernos españoles, desde el inicio de la transición, encabezados por los
presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María
Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, permitieron y permiten las ventas de
armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la
anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo
tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy
fabricamos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el
terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me
siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados
campos de batalla del tercer mundo, y que me avergüenzo de mis representantes
políticos.
Pero como Martin
Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en
quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente
de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al
silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en
un exportador de la muerte.
Muchas gracias.
Esta es la forma de proceder de algunos medios de comunicación que
apoyan y defienden la libertad de prensa, de expresión, de comunicación, pero ¿para
quien la piden?, ¿para ellos o sólo para los suyos?. Y este, es un país libre, en el que nos gobiernan los que rehúyen a
quienes defienden la paz y condenan la guerra.
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