domingo, 24 de enero de 2016

TRES MESES Y PICO



A veces me sorprende la exactitud con que algunas personas son capaces de retener con total detalles el número de años, meses, días e incluso horas en que algún hecho notable les marco su vida.
Yo no me considero de ese grupo, ni tampoco creo que esa falta de precisión sea o pueda ser interpretada como falta de interés, olvido, negligencia, indiferencia o algo por el estilo. A decir verdad, en el almanaque de mi vida, figuran anotadas muchas fechas. Unas perduran, y me atrevo a decir que con total precisión y detalles. Otras, se han ido borrando en el papel de mi memoria, o tal vez las escribí con tinta o lápiz un tanto deficiente y el paso del tiempo las ha dejado ilegibles como las páginas de un viejo diario. Pienso que la memoria es selectiva y si bien, es capaz de guardar momentos difíciles de la vida, no menos cierto es, que también retiene aquellos que como un beso, una mirada, una sonrisa, un regalo, una palabra, un viaje, una imagen... son recuerdos imborrables, únicos, reconfortantes en nuestra vida. Recuerdos que reconstruimos y nos hacen esbozar una sonrisa cuando afloran a nuestra mente rompiendo el silencio.
Así, sin precisar, hace tres meses y pico que esa especie de nuevo ciudadano, esa especie de invisible, pero palpable inquilino, de nombre vulgar "cáncer" que habita entre nosotros, ha pasado a acompañarnos durante un tiempo y a pesar que es común la noticia de que alguien tiene cáncer o se lo acaban de diagnosticar, nunca estamos suficientemente aptos ni preparados para recibirla cuando se trata de un ser querido, mucho menos de tu pareja.

A partir del día en que a mi cónyuge se lo detectaron, hace tres meses y pico, empezó la lucha que no elegimos. Como ella suele decir, nos apeamos de un tren para subirnos en otro, hacia el mismo destino, pero por un camino más difuso, de vías entrecruzadas, trayecto más penoso, equipaje distinto y hasta con cierta incertidumbre y yo vivo y constato día a día como ya hemos superado parte del trayecto, ya llevamos, después de la intervención, dos sesiones de quimioterapia con las consiguientes secuelas y estamos a una semana de someternos a la tercera y, por si este equipaje era poco, ahora parece ser que, lo que en un principio se había descartado, la radioterapia, también tendremos que subyugarnos a ello afrontando nuevamente el reto de la incertidumbre, de la duda, de las derivaciones y secuelas que esto pueda reportar pero sin proyectar vivirlas con antelación.

Ya hace tres meses y pico que he adquirido, según los expertos, el apodo” de "cuidador". Papel que asumo con ganas, con valentía, con coraje a pesar de que me embargue un cierto miedo, impotencia e incertidumbre y, muy a menudo, la absoluta necesidad de estar presente en cualquier circunstancia en la que ella pueda necesitarme e intento no caer en el tópico ¿hoy como te encuentras?. Constato que me basta una mirada para saberlo, basta con saber respetar su espacio, su silencio, su mano asida a la mía y así percibir y compartir el reto, el miedo, la tristeza, la esperanza, la ilusión y, al mismo tiempo, mucho amor. Y no me refiero sólo del amor entre marido y mujer, sino del amor por la vida, por las cosas sencillas que muchas veces pasamos por alto en nuestro quehacer diario, haciendo de lo anómalo, lo más normal del momento, afrontándolo paso a paso porque el tratamiento es largo pero  a la vez constatar que pronto todo será pasado sin obviar la realidad porque nada podrá arrancarnos la esperanza de vivir y llevar una vida con calidad y sin sufrimientos sintiendo y transmitiendo que hay suficientes razones para querer disfrutar cada día superando las adversidades y afrontándolas con esperanza, e ilusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario