A
veces me sorprende la exactitud con que algunas personas son capaces de retener
con total detalles el número de años, meses, días e incluso horas en que algún
hecho notable les marco su vida.
Yo
no me considero de ese grupo, ni tampoco creo que esa falta de precisión sea o
pueda ser interpretada como falta de interés, olvido, negligencia, indiferencia
o algo por el estilo. A decir verdad, en el almanaque de mi vida, figuran
anotadas muchas fechas. Unas perduran, y me atrevo a decir que con total precisión
y detalles. Otras, se han ido borrando en el papel de mi memoria, o tal vez las
escribí con tinta o lápiz un tanto deficiente y el paso del tiempo las ha
dejado ilegibles como las páginas de un viejo diario. Pienso que la memoria es
selectiva y si bien, es capaz de guardar momentos difíciles de la vida, no
menos cierto es, que también retiene aquellos que como un beso, una mirada, una
sonrisa, un regalo, una palabra, un viaje, una imagen... son recuerdos imborrables,
únicos, reconfortantes en nuestra vida. Recuerdos que reconstruimos y nos hacen
esbozar una sonrisa cuando afloran a nuestra mente rompiendo el silencio.
Así,
sin precisar, hace tres meses y pico que esa especie de nuevo ciudadano, esa
especie de invisible, pero palpable inquilino, de nombre vulgar "cáncer"
que habita entre nosotros, ha pasado a acompañarnos durante un tiempo y a pesar
que es común la noticia de que alguien tiene cáncer o se lo acaban de diagnosticar,
nunca estamos suficientemente aptos ni preparados para recibirla cuando se
trata de un ser querido, mucho menos de tu pareja.
A partir del día en que a mi cónyuge
se lo detectaron, hace tres meses y pico, empezó la lucha que no elegimos. Como
ella suele decir, nos apeamos de un tren para subirnos en otro, hacia el mismo
destino, pero por un camino más difuso, de vías entrecruzadas, trayecto más
penoso, equipaje distinto y hasta con cierta incertidumbre y yo vivo y constato
día a día como ya hemos superado parte del trayecto, ya llevamos, después de la
intervención, dos sesiones de quimioterapia con las consiguientes secuelas y
estamos a una semana de someternos a la tercera y, por si este equipaje era
poco, ahora parece ser que, lo que en un principio se había descartado, la
radioterapia, también tendremos que subyugarnos a ello afrontando nuevamente el
reto de la incertidumbre, de la duda, de las derivaciones y secuelas que esto
pueda reportar pero sin proyectar
vivirlas con antelación.
Ya hace tres meses y pico que he adquirido, según los
expertos, el apodo” de "cuidador". Papel que asumo con ganas, con valentía, con coraje a pesar de que me
embargue un cierto miedo,
impotencia e incertidumbre y, muy a menudo, la absoluta necesidad de
estar presente en cualquier circunstancia en la que ella pueda necesitarme e
intento no caer en el tópico ¿hoy como te encuentras?. Constato que me basta
una mirada para saberlo, basta con saber respetar su espacio, su silencio, su
mano asida a la mía y así percibir y
compartir el reto, el miedo, la tristeza, la esperanza, la ilusión y, al mismo
tiempo, mucho amor. Y no me refiero sólo del amor entre marido y mujer, sino
del amor por la vida, por las cosas sencillas que muchas veces pasamos por alto
en nuestro quehacer diario, haciendo de lo anómalo, lo más normal del momento, afrontándolo
paso a paso porque el tratamiento es largo pero
a la vez constatar que pronto todo será pasado sin obviar la realidad
porque nada podrá arrancarnos la esperanza de vivir y llevar una vida con
calidad y sin sufrimientos sintiendo y transmitiendo que hay suficientes
razones para querer disfrutar cada día superando las adversidades y
afrontándolas con esperanza, e ilusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario