viernes, 12 de febrero de 2016

HAN PASADO TRES MESES

Han pasado tres meses, si, tres meses desde que aquel día se grabó en mi mente de forma especial, como se graba todo ese ir y venir de visitas médicas y de tratamiento posterior a la intervención quirúrgica. Visitas, tratamiento, consultas, que causa tanta tensión como entusiasmo y que, una vez concluida la consulta o la sesión, se siente un cierto alivio y a la vez resulta difícil no preocuparse por la reaparición de algún indeseable signo, molestia, anomalía propia de la “agresividad” del trata miento. Preocupación muy común y que a veces invita a olvidar que el amor y la esperanza son las fuerzas básicas para seguir en esta lid día a día, y así constatar que los temores van disminuyendo paulatinamente.
Hoy, después de este tiempo, quiero volver a sentir que mis ojos están hechos para mirar hacia el horizonte del futuro con esperanza, para saber ver la luz del amanecer de cada día, para ver el florecer de la embrionaria primavera, para ver como las nubes plomizas traen la escasa lluvia que se esparce suave sobre los campos, que posteriormente huelen a tierra mojada a la espera de un nuevo sol resplandeciente. Desde mi lugar no puedo contemplar el blanco de la nieve, pero si deseo tener abiertos los ojos para ver con esperanza las estrellas que se encienden cada noche y que circundan hoy, a una luna sarracena.
Han pasado ya tres meses y acepto cada mañana como un regalo de la vida y se lo transmito a ella porque en su momento prometí ayudarle a amar la vida. A no soltar su mano en nuestro camino de cada día, poner en mis abrazos, en mis besos, la ternura y la mansedumbre que el amor exige entremezclado con hablar cuando hagan falta palabras y compartir el silencio cuando no, sin dejar de poner esa pizca de humorismo y sonrisa que facilita el digerir mejor las contrariedades.
Reviven en mi a cada instante esos pensamientos que me exhortan a no tener  presente, a obviar, a ignorar que se ha ido volviendo algo más púdica, algo más recatada, a perder esa coquetería tan personal y característica de ella y, a la vez, trato de alentarla para que sus ojos no pierdan el brillo de la felicidad y sus labios muestren una eterna sonrisa porque somos ese faro con el que en su día nos caracterizaban diciendo:
Espejo y luz de cada uno, y del otro.Juntos hacéis un faro en vosotros y para los otros.
Viniste de lejos y te quedaste, apareciste de lejos y me resguardaste.
Y cuando se pone el sol en este patio, encendemos una vela para recordar y para celebrar que estamos juntos entre hierba buena, poleo y jazmines.
Y cuando se pone el sol hoy aquí estamos.



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