jueves, 13 de julio de 2017

BASTA YA

Creo que no soy la única persona de este país que hace veinte años siguió el secuestro y asesinato de un joven concejal de Ermua, Miguel Ángel Blanco. Era sábado, volvía de la playa y por la radio seguía con angustia el desarrollo de los acontecimientos, con la esperanza de que ETA no cumpliera su macabra amenaza.  Al final supe que ETA había cumplido su cruel amenaza realizando uno más de los crímenes más inmundos de su sangrienta historia. No podía creerlo y, por eso, yo también estuve en aquella multitudinaria manifestación en Barcelona donde se gritó “Basta ya”. Basta ya de asesinatos, basta ya de víctimas inocentes, basta ya de palabras inteligibles, basta ya de mirar para otro lado, basta ya de vivir atemorizados, basta ya…
Veinte años después me parece inconcebible que el recuerdo de aquel asesinato en plena democracia continúe  hostigando una nueva disputa política en este país. Es para mí increíble y vergonzoso que un partido político (PP) siga apropiándose de una reminiscencia que pertenece a todos los españoles, porque todos los españoles han sufrido las barbaries de las bandas terroristas que durante años dejaron en nuestro país un reguero de viudas, de viudos, de huérfanos y familias rotas e inmersas en la pena y el abandono. De victimas a las que su dolor diario solo se ve compartido, a veces, en una fecha concreta. De victimas que se les ha olvidado y mínimamente favorecidas para poder salir adelante en su día a día. 
Han pasado muchos años de aquellos macabros atentados, ahora veinte años del de Miguel Angel Blanco, y el PP vuelve a dictaminar cómo se debe expresar la solidaridad o el homenaje a las víctimas, o de lo contrario difunde tremendas acusaciones de complicidad e incluso llaman mezquinos a quienes no están con ellos. Ellos se hacen dueños  de este dolor, de cómo expresarlo y quien o quienes han de convertirse en  símbolos del terrorismo que todos hemos padecido.
Triste, fue constatar el desconcierto del padre de Miguel Ángel Blanco,  albañil que volvía de la obra y se encontró a la puerta de su casa a una multitud de periodistas que le contaron la tragedia que se abatía sobre su familia. Doliente fue ver huir despavoridos o muertos los trabajadores y clientes del Hipercor. Amargo fue atentado con coche bomba en la calle Camarena del madrileño barrio de Aluche del que Irene Villa y su madre, entre otras personas, fueron víctimas.  Y así podríamos narrar múltiples y dolorosas escenas vivida durante unos años en que el terrorismo era la principal preocupación de un pueblo.
Hoy, por fortuna y gracias a muchos, ETA está vencida, derrotada y desarmada, pero da la impresión de que aun hay en nuestra sociedad, quienes siguen obcecados en conceder la victoria de discutir, de discrepar,  de debatir sobre su herencia macabra de la que también fueron víctimas José Antonio Lasa, José Ignacio Zabala o “Yoyes” la "traidora" más incómoda de ETA asesinada por “sus mismo colegas” a escasos metros de donde jugaba su hijo de tres años.
Basta ya de reproches, de abucheos, de protagonismo, de enfrentamientos dialécticos, de intolerancia, de discusiones inútiles. Como mínimo, en esto, UNIDAD y a TODAS las víctimas del terrorismo, paz, reminiscencia y solidaridad con sus seres queridos en cada nuevo amanecer.

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