sábado, 19 de febrero de 2011

TE QUEREMOS, MANOLI

Cuando perdí a mi abuela, yo era muy niño, y recuerdo que mi madre me dijo:
-¿Ves aquella estrella? Esa es la ventanita desde la cual, la abuelita, desde el cielo te ve. Bendita inocencia.
Quizás fue entonces cuando nació en mí la afición de mirar las estrellas a pesar de que nunca he sabido distinguir ni situar en nuestra galaxia, ni a Andrómeda, ni a Casiopea, ni a Orión ni a cualquier otra constelación. Sólo distingo la Osa Mayor, la Menor y la Vía Láctea. Y sobre todo lo que me ha costado distinguir esta noche fría de febrero, porque tenía los ojos inundados de lagrimas, es la estrella que se ha encajado en el firmamento al final de la hora nona cuando tras el último suspiro Manoli quedaba inerte en el lecho de la enfermedad donde se ha ido consumiendo mientras asíamos su mano, como compañeros de viaje, de ese viaje que no tiene regreso.
Si el 11-1-11 fue un día muy relevante e inolvidable para mí, el 11-2-11 será un día imborrable. En este día el dolor, la tristeza, la impotencia, la pena, la amargura, las lágrimas nos han invadido. El sarcoma ha cumplido su propósito, desgraciadamente ha vencido. Una vez más la pregunta sin respuesta, ¿Por qué? Y quizás la respuesta esta en que vivimos de cara a la vida y de espaldas a la muerte. Quizás no encontramos respuesta porque deseamos tanto tener a nuestros seres queridos tan cerca y para siempre que nos negamos a que llegue ese momento y más en edades tan tempranas, en personas llenas de vida, de ilusión, de esperanza, de proyectos, de felicidad, de alegría, de generosidad, de bondad, de tantas y tantas innumerables virtudes que se han perpetuado en nuestra memoria, en nuestro corazón a lo largo de los años que hemos convivido y compartido.
Tu separación física nos deja un gran vacío pero nos colma el corazón todo cuanto en vida nos has dado. Hoy, desde esa fe insondable que aporta alivio en los momentos más duros de la vida, de esa fe que a veces siento perder, pido, ruego, imploro a Dios y a tu Virgen del Roció que te abra las puertas del cielo de par en par, para que vuelvas a ver a los tuyos y puedas disfrutar de la plenitud eterna de su Gloria. Por favor, desde allí, cerca de la Blanca Paloma, cuida de todos nosotros como lo has hecho siempre por todos los que tanto te queremos.

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