lunes, 30 de mayo de 2011

ESTÁ PRÓXIMO EL FINAL DE CURSO

Nos acercamos, una vez más, al final de curso, un final de curso en el que en algunos centros escolares se ha continuado, se ha experimentado o se ha implantado el sistema de un alumno, un ordenador. El “clásico” libro de texto ha sido sustituido por el ordenador, se ha pasado a los contenidos digitales con la dotación de un ordenador por alumno, de una pizarra digital en el aula y de los sistemas de conectividad a Internet en el centro.
Todo un reto para los profesores y los centros, que una vez más, han tenido que improvisar a medida que se desarrolla y avanza el curso, teniendo presente una “semana blanca” que desde el inicio del curso ha supuesto, para las escuelas, un nuevo trasiego en la organización de curso y obligado a los padres a espabilarse para conciliar vida laboral y familiar.
Este final de curso está marcado por la incertidumbre del cercano, en el cual parece ser que se paralizará, por motivos económicos, la implantación del programa 1x1 de dotar de ordenadores portátiles a los alumnos de primero y segundo de la ESO, con un número considerable de estudiantes afectados. No habrá “SEMANA BLANCA” y los problemas económicos obligarán a "la optimización" de las plantillas, lo cual se traduce a tener el mismo número de profesores, a pesar de un considerable aumento de alumnos.
Este final de curso me está haciendo pensar si el ordenador tiene que ser una herramienta que complemente al libro o el libro tiene que ser la herramienta que complemente los contenidos digitales a los cuales en ocasiones, por problemas técnicos no se puede acceder y obliga a la improvisación, con la repercusión en el aprendizaje y el desarrollo de las clases, que esto comporta.
Ante esta situación, los que nos sentimos realmente profesionales de la enseñanza nos hacemos muchas preguntas, yo me hago muchas preguntas, que carecen de respuestas esperanzadoras. Queremos hacer una enseñanza de calidad, queremos tener tiempo para ayudar a aprender, queremos poder acompañar a nuestros alumnos en su crecimiento como personas, queremos ser transmisores de valor sólidos, humanos, dignos, queremos no estar supeditados a cuestiones económicas para hacer fructífera nuestra tarea cotidiana y saber evaluar a nuestros alumnos por su crecimiento íntegro y no tan sólo por sus conocimiento conceptuales, a menudo caducos en el tiempo y que nos distraen de poder transmitir otros más perdurables y válidos para la vida.
El ajetreo cotidiano, el ir y venir apresuradamente, la abstracción, la burocracia, no nos permiten contemplar la obra que desarrollamos, sentir la melodía propia o ajena que queremos enseñar, disfrutar de la persona que nos acompaña o está cercana, los compañeros de cada día, los alumnos de todo el curso. Del curso que se acaba y que nos hace pensar y evaluar el trabajo realizado y nos invita con esperanza a preparar el próximo durante este periodo de vacaciones que algunos consideran demasiado largo, y nosotros, inmersos en la preparación del nuevo curso, casi nos pasan desapercibidas.

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