domingo, 20 de octubre de 2013

LA TRAGEDIA DE LANPEDUSA



Si, ya lo sé, siempre llego tarde a las noticias, pero mi finalidad no es analizarlas en el preciso instante en que suceden. Deseo dejar constancia de un hecho, de un acontecimiento, de una noticia que ha sido empujada por otra y en un brevísimo espacio de tiempo queda relegada a un segundo, tercer, cuarto plano, hasta que queda en el olvido.
A veces pienso que, por mi temperamento, mi carácter, mi forma de ser y de pensar es mejor que escriba lo que pienso y lo que siento, en frio, con un poco más de cordura pero sin dejar caer en el olvido hechos que me impresionan, que me preocupan, que me indigna, que me revelan.
La tragedia de Lampedusa ha sido uno de estos sucesos que me han hecho sentirme impotente que no indiferente. 
El jueves 3 de octubre del 2013 saltaba la noticia: “Naufraga un barco con 500 inmigrantes africanos en la costa de Italia” 359 inmigrantes fallecieron en el tráfico naufragio. 
Unos días después, el domingo, 20 de octubre 2013 se informa que al menos 34 emigrantes han fallecido en un nuevo naufragio cerca de Lampedusa.
Triste, muy triste que entre los fallecidos también se encuentren niños, pero para mi, lo lamentable es que haya gobiernos, como el italiano, que condenen a quienes presten auxilio a emigrantes. Patéticas las leyes que rigen en la C.E.E. al respecto. Los emigrantes son seres humanos, personas, individuos carentes de las más mínimas condiciones de vida que buscan dignamente una mejor forma de vida.
En este caso y en algunos otros se ven obligados a salir de su país atenazados, en buena parte, por guerras, hambrunas y falta de libertades. Carentes de las necesidades más básicas se ven les impulsados hacia un mundo mejor.
Si, es muy lícito condenar las mafias que ante las necesidades se aprovechan de personas con deficientes recursos, pero también es lícito condenar a quienes dictan leyes que privan a las personas de lo más básico y elemental, la vida.
Ellos, entrajados, encorbatados, con caras compungidas también son culpables, para mí los principales culpables, de la emigración, de estas muertes, de las que ha habido en las costas mediterráneas, atlánticas o en otros mares y de las penurias, carencias, miserias que sufre las personas que se ven abocadas a un destino mejor y expuestos a que sus espaldas mojadas, frías e inertes yazgan sobre el suelo de un puerto, una playa o sobre las rocas de acantilados de la tierra en la que soñaban y donde aspiraban vivir dignamente.
Mientras se siga viendo a los emigrantes como mano de obra barata y no como un aliado en la construcción de un mundo de iguales, las escenas, la miseria, el drama y la tragedia de la muerte de seres humanos en el mar, seguirán golpeando nuestras retinas y nuestras conciencias, aunque algunos traten de ocultarlas, de silenciarlas, de pasar página, de informar de la crisis y del futbol.
 No podemos olvidar las palabras del Papa Francisco en Lampedusa: “Nuestra indiferencia nos hace culpables”

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