Si,
ya lo sé, siempre llego tarde a las noticias, pero mi finalidad no es
analizarlas en el preciso instante en que suceden. Deseo dejar constancia de un
hecho, de un acontecimiento, de una noticia que ha sido empujada por otra y en
un brevísimo espacio de tiempo queda relegada a un segundo, tercer, cuarto
plano, hasta que queda en el olvido.
A
veces pienso que, por mi temperamento, mi carácter, mi forma de ser y de pensar
es mejor que escriba lo que pienso y lo que siento, en frio, con un poco más de
cordura pero sin dejar caer en el olvido hechos que me impresionan, que me
preocupan, que me indigna, que me revelan.
La
tragedia de Lampedusa ha sido uno de estos sucesos que me han hecho sentirme
impotente que no indiferente.
El jueves 3 de octubre del 2013 saltaba la noticia: “Naufraga un barco con 500 inmigrantes africanos en la costa de Italia” 359 inmigrantes fallecieron en el tráfico naufragio.
Unos días después, el domingo, 20 de octubre 2013 se informa que al menos 34 emigrantes han fallecido en un nuevo naufragio cerca de Lampedusa.
Triste, muy triste que entre los fallecidos también se encuentren niños, pero para mi, lo lamentable es que haya gobiernos, como el italiano, que condenen a quienes presten auxilio a emigrantes. Patéticas las leyes que rigen en la C.E.E. al respecto. Los emigrantes son seres humanos, personas, individuos carentes de las más mínimas condiciones de vida que buscan dignamente una mejor forma de vida.
El jueves 3 de octubre del 2013 saltaba la noticia: “Naufraga un barco con 500 inmigrantes africanos en la costa de Italia” 359 inmigrantes fallecieron en el tráfico naufragio.
Unos días después, el domingo, 20 de octubre 2013 se informa que al menos 34 emigrantes han fallecido en un nuevo naufragio cerca de Lampedusa.
Triste, muy triste que entre los fallecidos también se encuentren niños, pero para mi, lo lamentable es que haya gobiernos, como el italiano, que condenen a quienes presten auxilio a emigrantes. Patéticas las leyes que rigen en la C.E.E. al respecto. Los emigrantes son seres humanos, personas, individuos carentes de las más mínimas condiciones de vida que buscan dignamente una mejor forma de vida.
En este caso y en algunos otros se ven
obligados a salir de su país atenazados, en buena parte, por guerras, hambrunas
y falta de libertades. Carentes de las necesidades más básicas se ven les
impulsados hacia un mundo mejor.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUz0lm8KbgtgyYhDbCSC0402CqEd9qZ2fUdO0_0uVSiIjs4w0e4HFUUNQFhpV9Ga-nAa_kz1CSne3WVEVC_QE97VwVxmywSwDMDRr4EGAu4UpncjjYjeBVMgSDWV5PWd8LWli19JGfx3A/s320/LAMPEDUSA-DSC_0922.jpg)
Ellos, entrajados, encorbatados, con
caras compungidas también son culpables, para mí los principales culpables, de la
emigración, de estas muertes, de las que ha habido en las costas mediterráneas, atlánticas o en otros mares y de las penurias, carencias, miserias que sufre
las personas que se ven abocadas a un destino mejor y expuestos a que sus
espaldas mojadas, frías e inertes yazgan sobre el suelo de un puerto, una playa
o sobre las rocas de acantilados de la tierra en la que soñaban y donde
aspiraban vivir dignamente.
Mientras se siga viendo a los
emigrantes como mano de obra barata y no como un aliado en la construcción de
un mundo de iguales, las escenas, la miseria, el drama y la tragedia de la
muerte de seres humanos en el mar, seguirán golpeando nuestras retinas y
nuestras conciencias, aunque algunos traten de ocultarlas, de silenciarlas, de
pasar página, de informar de la crisis y del futbol.
No
podemos olvidar las palabras del Papa Francisco en Lampedusa: “Nuestra
indiferencia nos hace culpables”
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