Ha
pasado Papá Noel, Olentzero, Yule, Tizón o Cepo de Nadal,
el Tió, Árbol de Navidad, la
cena de Nochebuena y la misa del Gallo, Fin de Año, uvas y campanadas, Santa Claus y Los Reyes Magos, el Belén, los
motivos e íconos navideños propios de las celebraciones del solsticio de invierno.
Queda el
recuerdo, las anécdotas, los encuentros familiares y de amigos. Esos ojos de
inocencia, de emoción y de ilusión de los más pequeños admirados y sorprendidos
por el color, deslumbrados por las luces de colores y la magia que aporta la
noche, sin disyuntiva, más bella y esperada de estos días, la noche de la tradicional
Cabalgata de los Reyes Magos que en esa noche son más mágicos que nunca. Noche
que acelera el palpitar de los corazones infantiles. Noche que aviva la
nostalgia que a todos nos retornan a otros tiempos, a otras edades donde
también, con ilusión, con nervios, con intranquilidad, arrancamos rasgamos, destrozamos impacientes, los
envoltorios de lo que era lo más bello porque nunca lo había tenido, porque
siempre lo había esperado, porque aplacaba nuestra espera.
Queda
el recuerdo de quienes por la precariedad del momento quizás no han tenido nada
especial en esta noche, o que gracias a la generosidad de otros, han podido
disfrutar de ese momento de alegría, de sorpresa, de tierna felicidad en que un
sencillo juguete se transforma en un gran tesoro, aunque quede la duda de si a
casa volverá el trabajo, la tranquilidad en la familia, un mínimo de bienestar
y se terminará la precariedad en la que viven a expensas de la generosidad y
solidaridad de vecinos y asociaciones.
Queda el recuerdo y como bien dice la canción:
Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.
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