jueves, 8 de diciembre de 2016

OTRA VEZ, LA PLUMA DE SANTA TERESA HA FLORECIDO

Otra vez, en el alféizar de mi ventana, al igual que el año pasado, el cactus pluma de Santa Teresa ha florecido lo que me evoca la vida, el recuerdo, esta sencilla planta es lo poco material que me llevé de casa de mi madre cuando ella falleció.
Desplazarme con ella hasta una distancia de más de mil kilómetros supuso para mí como un reto, un desafío. Tenía ganas de tenerla, de cuidarla, de verla florecer, pero a decir verdad no fue hasta el año pasado, después de cinco años de tenerla, cuando la vi florecer por primera vez y este año veo que me vuelve a mostrar sus flores preciosas en forma casi de trompeta, con muchos pétalos de color rosáceo desprendiendo un olor exquisito y muy intenso. Esta floración me evoca el cuidado con que mi madre la cuidaba allí en la cocina de su sencilla casa. En la cocina donde tantas veces en esta fecha celebramos su cumpleaños. El día ocho de diciembre, el día de la Virgen Inmaculada y que en un tiempo también se festejó el día de la madre, era el cumpleaños de mi madre. Hoy hubiese cumplido noventa y tres años.
Son imborrables los recuerdos de este día durante tantos y tantos años. El día del cumpleaños de la “YAYA” era un día significativo y esperado por todos que acudíamos a su casa con ganas, con deseo de obsequiarla con presentes que paliasen sus necesidades y con un gran cariño que le hacía sentirse tan feliz que no podía evitar que de sus grandes ojos negros resbalasen las lagrimas.
Cuanto jolgorio, fiesta y algarabía se formaba junto a ti en ese día cuando íbamos llegando tus hijos con sus respectivas parejas, tus nietos, tus sobrinos, que fieles a la cita de ese día, nos reuníamos como si de un acontecimiento único e irrepetible se tratara. Es que era así, único e irrepetible en el año, en tu sencilla y pequeña vivienda de Barcelona que se hacía grande para acogernos a todos, como grande fue siempre tu generosidad, tu bondad, tu cariño y amor para con todos los de tu familia, amigos y vecinos.
Tu casa siempre fue casa de acogida, casa de auxilio, casa de recibimiento, casa donde tantas y tantas veces nos escuchaste, nos hablaste, nos aconsejaste, nos consolaste y donde, a pesar de nuestros errores, tu siempre nos abriste tu puerta para ampararnos, para acogernos, para ayudarnos, para volvernos a escuchar, para volvernos a hablar y para volvernos a perdonar, a corregir, a aconsejar a abrazarnos, a besarnos a darnos fuerzas para seguir caminando por la vida.
“¡Ay Prenda!”. “¡Ay Nena¡” ¡Ay mama como te recuerdo! Y no necesito ver florecer una flor para ello, pero es que no puedo ni quiero dejar de expresar que de forma especial hoy, en que tu herencia,  tu flor de la maceta amarilla, aquella que tú tenias y cuidaste con esmero en la cocina de tu casa, la que hoy cuido en el alféizar de mi ventana, tu pluma de Santa Teresa, ha vuelto a florecer para homenajearte un año más. MAMÁ MUCHAS FELICIDADES.

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