martes, 12 de diciembre de 2017

EN MI SETENTA CUMPLEAÑOS

Nuevamente mis manos trémulas, los dorsos huesudos y salpicados de manchas por la edad, vuelven a posarse sobre el teclado para dejar constancia de lo que ha sido este nuevo cumpleaños en mi vida. Esta vez inicio una nueva década, la de los setenta, y  lo he hecho rodeado de todas esas personas que son tan significativas en mi vida, que son esa razón de mi felicidad, que llenan de alegría mis días y que se han volcado en hacer grande ese día y vivir con esperanza porque aun tengo proyectos que realizar.
Para los “setenta” a mis “espaldas” habían tramado un acto lleno de sorpresas, pero la realidad se impuso a los deseos y tuvimos que prescindir de la sorpresa y ceñirnos a la existencias del momento, que fue más que emotiva porque reunirnos en tormo a una mesa para compartir el momento, charlas, risas y brindis con la “algarabía” alboroto y carcajeos de los nietos, siempre resulta muy gratificante y me ha permitido constatar, una vez más, que me siento dichoso de poder verificar que la felicidad no consiste sólo con estar al lado de alguien, sino en saber compartir con esa persona esos momentos de convivencia, de armonía, de alegría, de felicidad y saber enamorar cada día a quien me acompaña en mi caminar cotidiano.
En mi setenta cumpleaños, una vez más, he podido vivir que mis hijos son mi mundo, pero que sus mundos tienen otros nombres, otras prioridades, otras vivencias, sin que ello signifique olvido, distancia o desapego, simplemente es aceptar la realidad que la vida nos presenta, nos impone y en este cumpleaños he confirmado su deseo de innovación, de originalidad, de creatividad, de hacerme grato y feliz cada segundo de los que he compartido en su compañía. Sinceramente lo han logrado.

En este día, corroboro que me veo y siento una persona afortunada porque han sido muchos los familiares y amigos que me han hecho llegar de una manera u otra su recuerdo, sus buenos deseos. Reflexiono y confirmo todo cuanto he sabido aprender de todas esas personas que he tenido y tengo a mi lado a lo largo de todos estos años. A todos doy gracias por compartir su vida conmigo y permitirme seguir aprendiendo de ellos y con ellos. Hoy observo que el transcurrir del tiempo ha plateado mi sien, debilitado mi vista, arrugado la frente, pausado mi caminar, menos febril mi actividad, pero hacen prevalecer la grandeza de la vida, la fuerza del amor, del cariño, del afecto, de la lealtad, de la amistad y de esos valores que aprendí en mi familia y que he ido adquiriendo a lo largo de mis años.
Nuevamente en estos días que he pasado en tierras de Cataluña, veo mejor que junto a mi tengo esa mano tendida, ese faro, ese espejo y una vela;  esa luz que me guía, que me acompaña en cada paso del día a día, que sabe iluminar mi cara y que sabe dibujar mis sombras.  Que es cálida, que en torno a ella recrea un  nuevo hogar. Hoy veo mejor que frente a mi tengo un espejo; ese reflejo, que siempre está conmigo, que a veces lo buscas y a veces lo huyes, pero que me tranquiliza tanto que siempre esté ahí porque es vida en mi vida.
Hoy mientras camino por los senderos de la vida con setenta años recién cumplidos, dejo los versos extraídos de la poesía que un día de mi cumpleaños escribí a mi padre, un día que, como hoy, fue un día feliz.

Soy producto de un sueño de tu mente,
soy hechura del fruto de tus manos
y un deseo escapado a tu esperanza,
soy cuerpo a tu alma entrelazado.

Me pusiste en la senda de la vida,
me enseñaste las primeras palabras,
en tu fuerza apoyado me sostuve
y de tu mano agarrado caminaba.

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