jueves, 1 de marzo de 2018

OTRO “DÍA DE ANDALUCIA”

Hoy, pasado por agua, se festeja, un año más, el Día de Andalucía en conmemoración de que este día de febrero del año 1980 se procedió al  referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía, consiguiendo así, bajo el amparo de la Constitución Española, el estatuto andaluz reconoce a la comunidad como nacionalidad histórica.  Aquello por lo que batallo y combatió el político, notario, escritor Blas Infante Pérez de Vargas, natural de la localidad malagueña de Casares y fusilado el 11 de agosto, en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona.
Hoy, pasado por agua los políticos se atavían con las pinturas de guerra blanca y verde, se ponen sus más preciadas galas para celebrar otro día de Andalucía, trasformado en un campo de contienda más, y desempolvan datos y estadísticas para acallar a sus adversarios, pero la realidad que viven muchos andaluces es un tanto diferente a los relevantes datos y estadísticas que no dejan de ser números, que sin lugar a duda, conceden “prestigio” a unos y sorprenden a otros, a los de a pie, a los de la calle,  que constatan que la realidad está lejos de lo simplemente numérico .
Durante estos días, los anuncios televisivos y las cuñas de radio han bombardeado hasta la saciedad a los andaluces dentro de la publicidad institucional de otro día de Andalucía.  Noticias que abundan en imágenes idílicas, las que muestran lo mejor de estos lares e incluso se hace pública una encuesta sobre la intención de voto de los andaluces, lo que hace pensar que se pretende “ensalzar” para estos días, la gestión realizada por el Gobierno de Andalucía. Mientras, las gentes que habitan en pueblos dormidos o aletargados viven las consecuencias de una comunidad con un elevado índice de paro (tasa de desempleo (EPA) 24,4%,  menores de 25 años 47,9%), está entre las cuatro comunidades autónomas españolas con peor servicio sanitario, e indicadores de riqueza y renta que deberían abochornar a la clase política y a las élites sociales y económicas de la región.
¡Ay de mi Andalucía!
Mientras dejo constancia por escrito de este día, mi recuerdo se traslada a tantos y tantos como emigraron de estas tierras y que quizás hoy no recuerden que es el día de la tierra que les vio nacer o lo recuerdan y viven con nostalgia porque de esta tierra se llevaron sus costumbres, su gazpacho, sus tradiciones y sus vírgenes y santos. De la tierra a cuyas gentes se les trata de “flojos” sin pararse a pensar quienes recogen las aceitunas, quienes elaboran los vinos o aran los campos de cultivo que se extienden de norte a sur y de este a oeste. De la tierra de la que conservan ese sentimiento de unión, el sentido del humor, esa forma de hablar que transmite empatía y un carácter sociable. De la tierra de la que estamos orgullosos y nos indigna que nos identifiquen o generalicen con los típicos tópicos. De la tierra que como un abanico se abre desde Despeñaperros hasta el Mediterráneo y el Atlántico surcada por ríos y valles, con mares de olivos a cuyo abrigo han nacido y crecido los pueblos andaluces donde hombres de luz, de cultura, de ciencia, de mar, de campo, de minas, de… la hacen crecer cada amanecer y son embajadores de ella allá donde van. De la tierra en la que nací, de la que emigre, en la que vivo, desde la que transmito mi mayor reconocimiento y recuerdo a todos los andaluces que incluso puedan llegar a leer desde la distancia mi homenaje a esta tierra y sus gentes en otro día de Andalucía. ¡Ay de mi Andalucía!

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