domingo, 25 de marzo de 2018

UNA NUEVA SEMANA SANTA

Como cada año y siguiendo el ritmo del tiempo ya se han guardado, recogidos o tirado los disfraces de carnaval que muchos, en nuestro país, han cambiado por las vestidura de penitencia, las túnicas, capirotes y atuendos propios de la Semana Santa. La música de chirigotas y comparsas ya han callado e incluso olvidado  y dejan paso a las bandas de tambores y cornetas que después de los ensayos acompañaran los diferentes pasos de las procesiones de una nueva Semana Santa interpretando marchas propias del momento.
En esta nueva Semana Santa, el ir y venir por las calles de los pueblos de la geografía hispánica nos hace vivir sensaciones extrañas, sorprendentes, notables e incluso, mágicas colándose en nuestro interior e inspirando pasmo, compasión que hace preguntarnos ¿Qué sentimiento nos aporta estos días?, puedo asegurar que, para muchos nazarenos, cofrades, devotos, penitentes o simples acompañantes lugareños y visitantes, el ver pasar sus imágenes, su “paso” les causa un sentimiento confuso de devoción y respeto donde la emoción se nos escapa en una inteligible multiplicidad de sensaciones, que nos serenan y emocionan a la vez. Por las calles y plazas  las procesiones se convierte en una simbiosis de religiosidad y bullicio, de tradición y actualidad, de pasado y presente mientras que los pasos avanzan con su caminar acompasado, su medida cabal, con su aroma, su perfume a nardo, hierbabuena, azahar, cera quemada e incienso revelando que no existe cruz de guía que pueda anunciar mejor la llegada del “misterio y fervor” a hombros de anónimos costaleros.
Se vuelven a ver, observar y contemplar con devoción, para unos, o con cierto escepticismo para otros, pero con respeto y silencio, el ajuar de las imágenes, los terciopelos, bordados y sin bordar, las bambalinas, los candelabros, los guardabrisas, los varales, los ciriales, los arbotantes, las canastillas con sus montes de claveles a punto de reventar, que doblan las esquinas donde parece que van a rozar para enfilar la calle en silencio y en penumbras donde nazarenos, cofrades, devotos, penitentes o simples acompañantes lugareños y visitantes aguardan el momento de mayor recogimiento y fervor donde el “paso” se venera, se reverencia y se admira antes de la salida o al final de la “carrera” que un año más ha dejado en las calles el olor a inciensos.
Cuánto de innatural y extraño se esconde en el lento avance de un Crucificado que recorre las calles de pueblos y ciudades con el caminar firme y auténtico, pero a la vez dulce y lleno de consuelo y de esperanza, de un hombre que agoniza sobre una Cruz. Y así, esta nueva Semana Santa pasara y será vieja, como los días y la vida pasa como una lenta cofradía que siempre acaba siendo más rápida de lo que creemos.
Otra vez el cielo cubierto de nubes de color plomizo posiblemente descargara su agua que nos volverá a hacer sentir el mismo olor a tierra mojada, fundido con las frustradas ilusiones de los cofrades, Este año, como otros muchos, el tibio sol bañará las cálidas tardes perfumada de primavera y amenazadas de lluvia, mientras una heterogénea o precisa, festiva o silenciosa, piadosa o pérfida, creyente o agnóstica muchedumbre contemplará las más variopintas procesiones de unos y otros  lugares de nuestra geografía.

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