Del libro “LA ALEGRIA DE VIVIR” de Phil Bosmans de la página 55 transcribo:
NOVIEMBRE
Cementerios llenos de crisantemos blancos. La muerte vestida de Flores.
Los muertos y los vivos reunidos, por un momento, en el mismo lugar.
Se buscan, piensan los unos en los otros, pero no pueden alcanzarse. La angustia de la muerte
arruina la alegría
de vivir. La muerte es el omnipotente aguafiestas que estropea
todo sentimiento de placer, arruina
toda certeza y obstruye el órgano que me hace aspirar
el gozo de la existencia.
Nadie sabe Cómo tratar a la muerte. No se habla de ella, se la olvida.
Cuando ha pasado el cortejo fúnebre prosigue la
circulación.
No debo alejar de mi mente los pensamientos sobre la
muerte. Sería la técnica del avestruz. Es mejor, en cambio, que me plantee esta
pregunta fundamental.
“La muerte es o no es
el fin de todo?”
Si la muerte es el fin, reviste el carácter de una terrible
mutilación. Si no es el fin, mi muerte adquiere una dimensión
extraordinariamente nueva.
Una
serena confrontación con la muerte, este momento critico de mi vida que yo deberé afrontar solo, me coloca delante del
todo de la nada, del sentido o el sinsentido de mi existencia. Dios o el vacío infinito. El secreto de la vida y
de la muerte coinciden con el misterio de Dios. <de la misma forma que mi yo
personal, único, irrepetible, no encuentra ninguna explicación satisfactoria en
la física, las química o la biología, yo no encuentro una respuesta sobre Dios,
con el método de las ciencias naturales. Tengo entre las manos solo una cosa:
la esperanza. La esperanza que, hasta el último aliento me da la alegría de
vivir.
He
leído hoy lo que “sin título “transcribo porque me parece digno de guardar y
reflexionar ya que para mí el día de Todos Los Santos y el de los Fieles
Difuntos me hace evocar sin dolor, tiempos pretéritos. la vida, con el
fallecimiento de mi padre, me dio un gran empujón sacándome de la época infantil
y llevándome a la adolescencia apenas sin darme cuenta, pero si recuerdo estos
día de noviembre en que acompañaba a mi madre hasta el cementerio del pueblo a
visitar el nicho donde yacía mi padre. Ella cortaba de nuestro jardín, geranios
crisantemos, dalias, crestas de gallo y romero. Hacía con ello un ramo que
ataba con una cuerda y envolvía en papel de periódico. En aquella época no había
papel de aluminio ni film ni bolsas de plástico y vivíamos muy bien. Ambos con
el ramo, nos dirigíamos al cementerio y allí ante el nicho mi madre me invitaba
a rezar una oración. Después nos volvíamos para casa saludando a los conocidos
y viendo los diferentes nichos de perdonas conocidas.
“sin
Titulo”
Rescatando el sentido de este
día de entre las insulsas calabazas y falsas telarañas, propongo un brindis por
los que ya no están. Por los abuelos, padres, tíos, primos, hermanos...Por los
amigos y amores que se fueron tan de mañana. Ya son polvo de estrellas pero
mantienen sus lares en nuestro corazón. A todos y cada uno de ellos, un cálido
recuerdo y tres palabras: gracias, perdón, os quiero. Por los que no están con
nosotros. Por los que faltan y dejaron su ausencia escritas en recuerdos. Por
aquellos que dejaron de ver nuestros ojos y nosotros los suyos, por aquellos
que el corazón les falló y dejaron de escribir notas en la partitura de nuestra
vida. Por aquellos que prometieron ser felices y murieron luchando por
conseguirlo, por aquellos que no llegaron a serlo y por aquellos que murieron
con una sonrisa en la cara tras años, y miles de recuerdos vividos. Acordemonos
verdaderamente de ellos, los Santos de nuestras vida. Feliz día de Todos Los
Santos.
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