lunes, 1 de diciembre de 2008

EL COLOR DEL OTOÑO

Independientemente de la estación del año siempre me han atraído los campos de viñedos. Posiblemente esta atracción sea fruto de mi infancia. En mi edad infantil tenia asignada la obligación diaria de ir a buscar hierba para los conejos que criábamos enjaulados en mi casa. Aquel pueblo donde transcurrió parte de mi infancia estaba rodeado de vides y entre ellas me movía buscando el sustento para mis lagomorfos.
Posiblemente la frase evangélica “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” o haber sido vendimiador en mis años de niño, también ha incidido en que mis ojos se detengan a contemplar las cepas, las parras, sus brotes, sus sarmientos, sus hojas, sus frutos que en forma de racimo presentan una pigmentación muy variada.
Me llama la atención la hoja de la vid de nervios pronunciados, de margen recortado que perfila los lóbulos que la forman y que se une al sarmiento por un pecíolo característico. Nace pequeña, y su limbo es de verde brillante por el haz y verde blanquecino por el revés. Crecen y cubren cepa, sarmientos y racimos como manta protectora y una vez que ha cumplido su misión, su ciclo de vida la lleva a adquirir color tornasol, rojo amarillento y ya en otoño alcanza un bello color púrpura hasta que el color marrón anuncia su sequedad, su caída, su final, su muerte. Caída tapiza la tierra y su descomposición devuelve toda la fertilidad que ésta le dio para iniciar su ciclo continuo de vida, de frondosidad, de frescura, de color. Ciclo mágico de belleza que inunda y viste de colores los campos en las diferentes estaciones del año.
Este otoño frío y lluvioso ha ido vistiendo los campos con armónico manto multicolor donde prevalecen colores pardos, ocres, marrones, amarillentos o púrpuras, los árboles se van despojando de hojas y esperaremos una vez más el resurgir de la primavera, la esperanza de la vida.

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