lunes, 19 de julio de 2010

MUCHOS GRITARON ¡GOLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL!

Ha pasado ya una semana y en las calles siguen los ecos de la victoria de la selección española, de nuestra selección. Nadie es capaz de explicarnos, el porqué cada uno jugo su propio partido, el porqué forma parte de nuestra vida sentimental, de nuestro recuerdo, de nuestra forma de ver y de pensar. Hay quine augura que desde aquel día algunos incluso son más felices.
¿Qué tiene el éxtasis de la victoria que nos subyuga, nos domina, nos somete? ¿Qué hay en el ritual del futbol para convertir a la masa en un grupo unido por un ideal más que por un deporte?.
Posiblemente, los más expertos, puedan dar cifras de los cientos de miles de personas que en el mundo, de norte a sur, de este a oeste, tenían los ojos puestos en esa final, muchos nos apoyaban. Desde los lugares más recónditos admiraban el juego de los futbolistas de un país al que no conocen, al que difícilmente quizás saben situar en el mapa mundial o confunden el color de su camiseta con el de equipos más populares y mediáticos de nuestra piel de toro.
Otros descubrían la fuerte emoción que provoca la identidad, sufrimos, saltamos, lloramos, gritamos, aplaudimos, cantamos, nos abrazamos, nadie sabe que magia convierte toda esa energía en una victoria ni porque, el futbol, el mayor espectáculo del mundo, se transforma de repente, para muchos, en una fabrica de felicidad.
Es uno de los fenómenos contemporáneos más complejos y a la vez más sencillos, quizás es que todos en nuestras vidas queremos ganar y nos proyectamos en la victoria de quienes consideramos nuestros, de nuestra ciudad, aunque hayan nacido a distancia del lugar del equipo donde militan. Por eso hubo un día en que todos sentimos que vencimos con ellos, un día en que al unísono muchos gritaron ¡golllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll!

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