viernes, 13 de diciembre de 2013

SOLEMOS DECIR “FELIZ NAVIDAD”…



A muchos nos gusta la Navidad, pero la idea de vivir esos días, de que lleguen esas fiestas, nos asusta, nos provoca ataques de ansiedad, stress, agobio, melancolía, euforia, un algo difícil de explicar pero que sentimos en el interior.
Sentimos que nuestros actos en estos días son a veces actos reflejos, tics, costumbres, tradiciones, y año tras año se vuelven rutinas. Vuelven las prisas, las planificaciones de comidas de trabajo, de amigos, de familia. Te paras, piensas y adviertes que no puedes estar con todos ni satisfacer a todos porque es Navidad.
Solemos decir “feliz Navidad” al salir de cualquier sitio, sea del lugar de trabajo, el bar de siempre, una tienda del barrio o a la dependienta de los grandes almacenes.
Solemos decir “feliz Navidad” al vecino que tantas veces encontramos por las mañanas bajando en el ascensor y que nos molesta que se pare siempre en el cuarto piso para que entre él, que apenas mira y, balbucea unos sonidos guturales que interpretamos como si dijera “buenos días” y a los que respondemos entre dientes y sin forzar la voz.
Solemos decir “feliz Navidad” a la señora que cada mañana y a la misma hora está tirando por la alcantarilla de la acera, el cubo de agua sucia después de haber limpiado, fregado con pulcritud extrema un portal que todos pisan mientras ella está fregando pacientemente.
Solemos decir “feliz Navidad” al llamar por teléfono, mandar un mensaje o un wassap a los amigos del cole, de la facultad, del anterior trabajo, a los hermanos, los primos, los hijos de los primos y demás familia a la que durante el año parece que ignoras, la recordamos, pero con la que no solemos comunicarnos.
Solemos decir “feliz Navidad”  mientras saboreamos la comida típica de Navidad escudella i carn d'olla, o sopa de galets y canelones, o ese marisco previo a la pata de cordero asada, el besugo al horno o la merluza a la vizcaína y no sabemos bien porque ese día se prepara tanta comida y se come menos mientras se bebe con o sin mesura brindando a cada trago por los presentes y ausente. Tragos que permiten ingerir inconscientemente unos postres dulces propios del momento que tomamos mientras compartimos charlas que apenas escuchamos y rápidamente olvidamos.
Solemos decir “feliz Navidad”  en el interior de nosotros mismo, en el silencio que nos brinda la mañana, la tarde o mientras Morfeo nos invita al descanso. Navidad que nos hace pensar que el haber sentido tristeza, permite conocer la felicidad. Que necesitamos ruido para valorar el silencio. Que en estas fechas, tal vez más que en otras vivimos, sentimos, constatamos las ausencias, lo cual, permite valorar más las presencias.
Yo digo FELIZ NAVIDAD con el sincero deseo de que en estas fechas en que, la memoria del renacer de un pequeño niño, sea para todos, tiempo de reconciliación, de felicidad, de compartir, de paz, de amor y de esperanza.

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