Indignación,
rabia, frustración, irritación, impotencia y no sé cuantas cosas más al unisonó
me provoca la última tragedia que han vivido emigrantes de la madre
África. Continente que ha aportado y
sigue aportando pingues beneficios a la cercana Europa, cuyos países han
colonizado, dominado, explotado, expoliado, esclavizado… y siguen haciéndolo
mientras hablan de libertad, de progreso, de ayuda, de colaboración y palabras
vacías que se ven reflejadas en el día a día y en la afluencia de emigrantes
hacia lo que consideran “un mundo mejor”.
La
tragedia ocurrida en Ceuta el pasado 6
de febrero me hace pensar en la falta de ética, moral, humanidad,
responsabilidad, negligencia y yo que sé que más cuando se ataca, acorrala,
reprime salvajemente a un grupo de subsaharianos que intentaron pasar la
frontera hacia “su libertad”.
Después
de los hechos, a día de hoy, quince cadáveres, quince seres humanos yacen
victimas de su propia miseria y de la inmoralidad de quienes mandaron disparar pelotas
de goma, salvas de fogueo y gases lacrimógenos cuando estaban en el agua
intentando salvar la vida.
Se
expone la necesidad de “emplear material antidisturbios” ante la "actitud violenta"
de los inmigrantes. Inmigrantes que a juzgar por las imágenes, nadan
desesperadamente y huyen pavoridos ante el ataque del que son víctimas. Su
actitud violenta es la de ser empujados por la desesperación, querer buscar una mejor forma de
vida, la de no seguir siendo víctimas del hambre, la miseria, la explotación y
la degradación a que son sometidos por no ser blancos, documentados y si, catalogados
como seres
humanos de segunda a los que, en el supuesto de que lleguen a nuestro país, se
les negara, la más básica de las asistencias sanitarias.
A
renglón seguido, lo de siempre, diles y diretes, cargar las culpas a los más
débiles, los emigrantes y los agentes, que obligados a cumplir órdenes sienten
luego el dolor de la tragedia en su propia piel.
Entre las declaraciones del ministro
del Interior y el director de la Guardia Civil a los ojos de cualquier “normal”
hay notorias contradicciones y en especial en la arrogante forma dictatorial, del
citado director, que anuncia la apertura de querellas criminales
contra quienes “difaman” a los agentes.
Una sarta de contradicciones y
mentiras y ninguna dimisión, ponen de manifiesto que alguna ley no se observa escrupulosamente, que al ministro,
después de su explicación, como lo demuestra el micrófono abierto, le
preocupaba mucho las palmaditas en la espalda, de sus correligionarios, por lo
bien que lo había hecho.
En
medio del caos, lo que no provocan las “concertinas” lo causa el mar, mueren
hombres y mujeres. Todo lo juzgará, luego, alguien que nunca tuvo carencias, nunca asaltó ni defendió una valla, en mitad
de la noche e incluso obvie que, a pesar de ser pobres, negros e
indocumentados, tienen derecho a que se haga justicia y a que pague quien dio
la orden de disparar, quien la ampara y quién miente".
Es
preciso que tengamos conciencia de que hoy, lo que necesitamos es: menos
fronteras y más humanidad.
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