Con el paso del tiempo me cuesta tener memoria de acontecimientos de
relevancia y de igual manera me cuesta recurrir a las hemerotecas para releer lo
que en su día fue noticia que con el paso del tiempo ha caído en el olvido.
Por este motivo quiero recoger en este escrito lo que está comentándose a
raíz del contagio por ébola de Teresa Romero, auxiliar de enfermería que voluntariamente se ofreció
a cuidar en
Madrid a los dos religiosos fallecidos a causa del virus.
Deplorables, bochornosas, mezquinas,
ruines, ofensivas, reprochables… me parecen las declaraciones de individuos que
públicamente han manifestado:
“No
estará tan mal como para ir a la peluquería” (Javier Rodriguez, Consejero de
Sanidad de la Comunidad de Madrid).
“En
el pecado lleva la penitencia” (Federico Jiménez Losantos periodista,
escritor, locutor en la cadena esRadio)
“Tendrá
que explicar por qué ha hecho lo que ha hecho” (Alfonso Merlo, periodista)
"¿Un simple gesto o un
error? mientras
se toca la cara con unos guantes azules en un tono de burla” (Yolanda Guirado presentadora
de Radiotelevisión Castilla-La Mancha.
Por fortuna no todos critican,
censuran, vilipendian, ni acusan de culpabilidad a quien por humanidad y generosidad,
como lo hacen muchos sanitarios de este país, se encuentran luchando para
superar, vencer al virus cuyo nombre proviene del río Ébola en la República
Democrática del Congo, donde fue identificado por primera vez en 1976 durante
una epidemia con alta mortalidad y contra el cual aún, después de treinta y
ocho años de su aparición, no hay vacuna ni medicamento capaz de vencer un
virus tan mortal.
Por fortuna, no todo es negativo como lo muestra y
se puede leer en una carta escrita por Ana de Pablo, médico intensivista, que con el título CARTA A TERESA nos deja en su blog
la posibilidad de constatar que ante la enfermedad es preciso, curar a veces,
aliviar a menudo, consolar siempre.
Teresa, que tú y todos los afectados
por ese maligno mal os mejoréis y que sepamos luchar contra el virus de quienes
culpabilizan a los más débiles para salvarse ellos mismos y ocultar su
incapacidad.
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