jueves, 30 de abril de 2015

HOY, HOMENAJE A UN PROFESOR HÉROE


Hoy he leído esta carta al Director que se publicó en  “EL MUNDO”, el viernes 24 de abril de 2015. Su lectura me ha movido a hacer lo que no hice en su momento, dedicar unas palabras a quien paso de profesor a ser héroe y ejemplo para la comunidad educativa y para la sociedad en general.
Hoy, aún recuerdo, que cuando saltó a los medios la noticia de  la trágica muerte del profesor del IES Joan Fuster de Barcelona, me quedé sobrecogido por motivos que omito, y me pareció que debía escribir algo al respecto en mi blog, pero tal vez no tuve, en aquel momento, la fuerza suficiente, tal vez mi vinculación con el mundo de la enseñanza no me permitiría ser objetivo.
Hoy sí que quiero señalar que con excesiva frecuencia los profesionales de la enseñanza son agredidos, vilipendiados, insultados, ninguneados, maltratados física y verbalmente, lo que muestra que una parte de la sociedad carece de la más elemental normas de convivencia, el respeto a los demás, e  ignora lo que en realidad acontece en este sector laboral del que hasta los políticos han menospreciado con sus declaraciones, dando muestras de ignorancia, porque  un país se define por el apoyo y reconocimiento que prodiga a la enseñanza y a la cultura.
Hoy, sin ánimo de polémica, de debate, de corporativismo, de incondicional defensa de la comunidad educativa, os dejo esta carta que firma Luis Azcárate Iriarte, desde Pamplona.
HOMENAJE A UN PROFESOR HÉROE
 Sr. Director:
Se llamaba Abel Martínez, pero eso a casi nadie le interesa. Era, según dicen, de Lérida y tenía 35 años. Trabajaba como profesor de Historia en un instituto de Barcelona y murió en acto de servicio. Cayó abatido a la puerta de su aula, cuando acudía a poner orden en un incidente escolar. Fue muerto (¿podré decir asesinado?) por un estudiante incontrolado del que lo sabemos casi todo y por el que todo el mundo –desde jueces a periodistas, pasando por psicólogos y políticos- está muy preocupado. Nadie sabe nada (ni importa, al parecer) de Abel y su familia, de sus padres o hermanos, de su novia o tal vez de sus hijos.
Era un profesor. Si hubiera sido un militar caído en lejanas tierras, habría ido a buscar su cadáver el ministro del ramo, se le habrían hecho honores de Estado y seguramente le habrían condecorado con distintivo rojo o amarillo, vaya usted a saber. Pero Abel era, simplemente, un profesor. Un profesor interino, para más inri. El primer docente muerto en las aulas en nuestro país no se merece el oprobioso silencio, el incomprensible ninguneo que le han dedicado los medios de comunicación. Así que solicito desde aquí que el próximo instituto que se inaugure en España lleve el nombre de Abel Martínez, y que se conceda al profesor leridano, a título póstumo, la Cruz de Alfonso X el Sabio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario