Mientras
se cierne la noche sobre Sevilla, se percibe la afluencia de personas hacia los
distintos y variados lugares de partida o de camino de la “carrera” de las cofradías
de La Esperanza de Triana, el Silencio,
la Macarena, el Cristo de los Gitanos y Jesús del Gran Poder, que en esta noche
de “la madrugá” harán su estación de
penitencia llenando las calles de silencio en la ciudad de las mil esquinas, donde
la multitud se arremolina en torno a tallas y pasos, entre inciensos, saetas y
olor a cera derretida.
Cofrades,
penitentes, nazarenos, músicos, costaleros, devotos, lugareños, visitantes poco
a poco van llegando a sus lugares de destino o de encuentro unos, mientras que
otros se van agrupando en torno a sitios conocidos por unos e ignorados para
otros que observan atónitos el ir y venir de una multitud que sabe espera,
hacer cola o acomodarse a la espera del momento de ver aparecer los primeros
detalles que anuncian la llegada de la hermandad, mientras que el escepticismo,
la curiosidad o fervor religioso, se
apodera de miles de personas al son de los pasos y el silencio que sólo se
rompe por el canto de una saeta que representa
una combinación confusa de sentimiento, arte y devoción que en algunos rostros
hace brotar lagrimas, a veces sin saber por qué.
Con
las primeras luces del día, con ojos de sueño, con caras que reflejan la fatiga
y el cansancio, las hermandades más sobrias de la noche: el Gran Poder y El
Silencio, han vuelto a sus respectivos puntos de partida después de transitar
por la ciudad que ha lucido en la noche sus mejores y más populares galas
oliendo a azahar y al incienso de cada hermandad.
La
copiosa lluvia de "petalás" han
ido jalonado los recorridos de la Virgen de la Macarena y de la Esperanza de
Triana, las dos "reinas" de la noche más larga de Sevilla, a las que sus devotos cantan, jalean, aplauden o vitorean durante sus
extensos recorridos, especialmente cuando hacia el medio día
del Viernes Santo, se acercan a las calles de sus barrios. La Macarena, de recogida hacia su Basílica en el barrio de San Gil; mientras
que la “Trianera” tras cruzar el Guadalquivir llega a su capilla, la capilla de los Marineros, en
el barrio de Triana.
Es
la “madruga” y la tibia y fresca brisa, que acaricia y envuelve la noche más alegórica
de esta ciudad, transporta el sonar de tambores y cornetas distantes hasta el
interior de las estancias donde dormitan mortales bajo la luna llena de una
noche de abril, la “madruga”.
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