jueves, 5 de enero de 2017

EL DÍA DE REYES

Un año más deseo transmitir este sentimiento que me invade, cargado de gratos recuerdos, en el día previo al de Reyes. En estos momentos afluyen a mi mente recuerdos de mi infancia porque este día era quizás el que esperaba, al igual que muchos niños, con más ilusión.  Mis hermanas y yo escribíamos las cartas llenas de deseos y las depositábamos con inocencia y la consiguiente esperanza en un vetusto buzón de cartón piedra que representaba a un busto de cartero real.
La original cabalgata de Reyes de aquel pequeño pueblo, el pueblo de mi infancia y adolescencia inscrito entre montañas, se quedó grabada en mis recuerdos a perpetuidad, tanto que hasta hice participe a mis hijos de ese acontecimiento, de la llegada de los Reyes,  al que acudíamos con vistosos farolillos de papel. Con un desordenado orden y entonando canciones apropiadas al momento, los acompañábamos a la iglesia para la adoración al Niño Jesús. Después nos íbamos a nuestra casa en cuyo balcón, iluminado para la ocasión como señero de que allí vivían unos niños, esperábamos la llegada de los pajes que, mediante una escalera, subían para entregar el paquete que contenían los regalos. Las caras de asombro, de admiración, de ilusión, de sorpresa, de estupor e incluso de un retenido miedo, eran más que evidentes en mis hijos y en todos los niños del pueblo.
El día de Reyes, una vez más, ya está aquí, es el colofón de las fiestas navideñas lamentablemente consumistas por excelencia. Alrededor de esta fecha que algunos tildan de “mágica” y otros desearían abolir, los personajes de los Reyes Magos se hacen omnipresentes, y los más pequeños e incluso los no tan pequeños volverán a embelesarse al paso de las tradicionales cabalgatas que vienen cargadas de regalos, de juguetes, de caramelos y adornadas con la luminosidad, la vistosidad, el fulgor, el centelleo, la atracción, el destello de fuegos artificiales, el resonar de armonías propias e idóneas que causan la admiración, de los concurrentes al gran espectáculo de esta noche de nervios, de la ilusión, de la felicidad, de la fantasía, de la esperanza, de la magia, de la gran alegría en que los rostros infantiles revelan mil aspavientos ante tan sorprendente recreación esperada con ansia incontrolada.
En este día de la noche de Reyes quisiera que no haya un niño sin juguetes, sin  una sonrisa de felicidad, una palabra de afecto, una mirada de ternura, una esperanza para mañana, un beso de cariño, una ilusión alcanzada, un querer verdadero, un consuelo grato, un nuevo amanecer lleno de paz, de esperanza, de futuro, de justicia y felicidad.
En este día de la noche de Reyes cualquier puede convertirse en rey si sabe dejar esas palabras tiernas, esas palabras amables, esas palabras sencillas, esas palabras cariñosas llenas de profunda esperanza que todos necesitamos.

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