miércoles, 4 de enero de 2017

SU PRIMER CUMPLEAÑOS

Decir diciembre es sinónimo de frio, de lluvia, de invierno, de abrigo, de Navidad, de planificar las ya consolidadas, para algunos, “vacaciones de invierno”. Decir diciembre es sinónimo de calles de pueblos y ciudades engalanadas con luces de mil colores para festejar estas tradicionales fiestas navideñas y el trajín de las gentes es palpable y evidente en todos los lugares.
Decir diciembre, para mí, y desde hace un año, tiene un carácter muy significativo y en especial el día treinta, penúltimo día del año y es que en ese día nació mi segundo nieto, Pablo. En esta ocasión hemos celebrado su primer año entre nosotros y como no podía ser de otra forma, me desplacé a Barcelona para festejar el evento. Esta vez, muy a mi pesar, iba solo porque las dolencias que afectan a mi consorte aun no le permiten hacer una vida “normal”, pero con la generosidad y el cariño que le caracteriza “me obligó” a hacer este viaje. “Tú no puedes faltar” me dijo, y con la consiguiente añoranza hice el viaje esperanzado en verlos a todos y compartir momentos, que una vez más, son inolvidables.
En estos días he podido compartir todas las horas del día con Pablo, con Claudia y con mis hijos todos esos momentos cotidianos y ver cumplido mi deseo de “cogerlo en brazos”, de sentir su mano cogida a la mía ayudándolo a dar sus primeros torpes e inseguros pasos. El contacto con sus manos me hace sentir  la ilusión de un tiempo próximo en el que deseo disfrutarlo plenamente haciendo inolvidable los días vividos
Me cuesta saber manifestar lo que ha supuesto para mí este día y las horas vividas con ellos, Claudia y Pablo. Las muestras de cariño que me han manifestado han sido inenarrables e inolvidables, y que en alguna ocasión han hecho humedecer mis cansados y viejos ojos siempre atentos a su deambular por la casa, el parque,  la calle o cualquiera de los lugares donde hemos estado juntos.
Me resulta difícil narrar por escrito como he visto el cambio que ha experimentado en estos escasos cuatro meses que han transcurrido sin verlo. Me resulta difícil expresar como ya distingue la voz cuando le llamas, su continua sonrisa y esos grandes ojos azules. Me gustaría saber describir como Claudia, esa preciosa niña llena de alegría, de belleza, de ingenuidad, de cariño, de inocencia, de vitalidad, de imaginación, de energía y sobre todo de felicidad y de ternura, cuida y está pendiente de él, como le hace carantoñas, juega con él y se divierte viéndolo reír, y yo los miro y me siento pletórico, henchido, feliz,  rebosante de algo que quisiera perpetuar en el tiempo. En ese transcurrir  de los momentos que no se puede detener.
Tener conmigo a esas dos criaturas, cuidarlos, vigilarlos, jugar, cantar, reír, ver sus logros, escuchar su balbucear o sus “charlas” su algarabía e incluso sus gimoteos o llantos, en definitiva, verlos crecer, aún desde la distancia, me ha dado y transmitido vida, felicidad, júbilo, constatando que, yo, en esta familia,  ya soy el ayer y ellos el mañana, que han llegado a mi vida y se van de mi casa, que no los puedo tener en mi casa pero si en mi vida.
Pablo, muchísimas felicidades. Tú y Claudia sois parte de mi vida y el abuelito, el yayo, el abuelo, el avi os quiere mucho y desde la distancia siempre está a vuestro lado.

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