viernes, 10 de noviembre de 2017

DESPUÉS DE DOS AÑOS

Hoy ha amanecido un día propio de los de noviembre, un día despejado, frio y con viento desagradable, pero algo similar al que amaneció hace dos años cuando muy temprano emprendíamos el camino hacia el hospital para afrontar la intervención quirúrgica para eliminar el carcinoma de mama que portaba la mujer con quien comparto mi vida. Recuerdo que aquella mañana, de hace ya dos años, tenía ganas de que todo pasase, de que terminase la intervención y estaba inmerso en esa incertidumbre que acompaña a esos momentos previos.
Tenía ganas de que se cumpliese este segundo año. Tenía impaciencia para que desapareciesen las huellas más visibles que habían dejado la quimioterapia, la radioterapia y todas las secuelas que había comportado la dolencia. Tenía prisa para poder vivir este momento y escribir que, después de dos años, hemos superando con esperanza, anhelo y júbilo todo lo que la vida en este tiempo nos ha ido deparando. No ha sido fácil, pero hoy nos sentimos más repuestos, más restablecidos, más optimistas, más alegres, menos pesimistas, menos taciturnos y llenos de ilusión, deseos, intenciones y esperanza.
Después de dos años y a pesar de haber completado el tratamiento inicial, los médicos siguen estando muy atentos. Seguimos acudiendo a las citas de seguimiento que cada vez son más espaciadas. Durante estas visitas, los doctores hacen mil preguntas por si ha surgido algún problema, y aun es preciso que le hagan exámenes y análisis de laboratorios o estudios por imágenes para determinar si hay signos de cáncer o para tratar efectos secundarios. Pero todo ello lo aceptamos de buen grado y con una visión muy diferente a la de tiempos atrás, porque el equipo médico anima a ello y muestra una gran vocación y humanidad.
Después de dos años muchos aspectos internos y externos han cambiado y retornar a las rutinas cotidianas, tras superar un cáncer de mama, resulta algo más difícil de lo que en principio se pensaba. Procuro ayudarle a enfrentarse día tras día a las secuelas de toda índole que han dejado la enfermedad, y que ha provocando que se carezca de la misma energía y vitalidad de antes, que ciertas actividades de la rutina diaria se conviertan en complicadas cuando antes no lo eran. A la vez, hemos aprendido a saborear, a valorar, a percibir mejor los pequeños detalles cotidianos que la vida nos brinda. Con el paso del tiempo, constato y pienso que, pese a las dificultades, es posible volver a la vida normal después de un cáncer, no igual que antes sino incluso mejor que antes porque es gratificante pensar en el futuro e ir día a día, cumpliendo una meta diaria.
Hoy, en que se cumplen ya dos años de vida y esperanza, de lucha sin desmayo, de contribución desinteresada, siento ese faro, espejo y luz de cada uno y del otro. Faro que es de ilusión, esperanza, sonrisas y el preludio de un abrazo y de cómo los ojos se empañan porque, al fin, estábamos en casa y seguimos siendo un faro en nosotros y para los otros, para todos esos que continuamente nos han mostrado su apoyo y amistad y también para aquellos algo más olvidadizos pero que sabemos que están a nuestro lado siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario