Y el cielo grisáceo se tornó de color plomizo
tan rápido, que no me dio tiempo a contemplar su cambio de colorido lentamente,
cabio de tonalidad, fue tan rápido, que se tornó negro en un instante y percibí
rápidamente, grandes gotas que
caían sobre mi cuerpo tan rápido que no
me dio tiempo ni a protegerme. La tierra sedienta las empapo y absorbió tan
rápido tantas gotas, que no lo le dio tiempo a que aquellas aguas fluyeran por
los arroyos. Fue todo tan rápido como un parpadeo, tan rápido como el vuelo de
un pájaro, tan rápido como se disipa el eco de la campana, tan rápido como una
hoja es transportada por el viento. Entonces me detuve rápidamente, alargue lentamente
mi mano, y le pedí apresuradamente que
me la cogiera, que no la soltara en la vida, porque ahora, que no podía ir
rápido, necesitaba que fuera mi cayado para caminar sin premuras por el sendero
de la vida. Necesitaba ver rápido los crepúsculos del atardecer, y contemplar perezosamente
la policromía del fin del día que lentamente declina cuando el sol se eclipsa
por el horizonte.
Todo ocurría tan rápido tan raudo, tan veloz, tan
precipitadamente, que ni percibí que, había
vivido tan rápido, que no me había dado tiempo a contemplar lentamente el paso
de la vida, ni el transcurrir de las primaveras, no me había dado tiempo a
descubrir cómo habían crecido mis descendientes. Todo había sido tan rápido,
que ya era patriarca y abuelo de
cabellos canosos cargado de esperanza, ilusión y anhelo, caminando por la vida
sin ir tan rápido y lentamente contemplar y disfrutar del paso de los días. Pensé
que había llegado el momento de no ir tan rápido. en franqueza para qué ir tan rápido?,
si las horas, los días, trascurrían igualmente, mejor era no ir tan rápido y
vivir más y mejor cada momento de los que me brindaba la vida, disfrutar de
esos momentos y de las personas que tenía en mi entorno y que cada día me decían,
buenos días y buenas noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario