Hoy vuelvo a sentarme delante del
ordenador con el corazón un poco más encogido que en otros días y los ojos
menos enrojecidos por las lágrimas derramadas durante estos días, hace ya tres
años.
Mis ojos hoy no se han empañado de
lagrimas como en aquellos días pero siento vivo el recuerdo de la persona que
más que más me ha querido en esta vida y que un día, cumpliendo con las leyes
de la vida, se marchó para siempre, si bien es verdad que quienes permanecen en
nuestro recuerdo no mueren nunca, solo, siguen caminando por la otra parte del
camino y lo que siempre ha sido para mí lo seguirá siendo y cuando pronuncio su
nombre lo hago como siempre lo he hecho, con orgullo, con respeto, sin énfasis y
sin angustia a la vez que siento el vacio que su ausencia me causa.
Con tu recuerdo renacen en mí tus abrazos, tus besos, tus cosas, tus
gustos, tus consejos, tus risas, tus reprimendas, tus observaciones, tus
consejos, de lo que amabas, de lo que decías, hacías y sentías. Aún me parece percibir
el eco de tu voz e incluso ese olor a ti que poco a poco se extingue, el olor
de tu casa y tu cocina y sobre todo esa generosidad y agradecimiento que
inculcabas, infundías, transmitías y vivías en tus quehaceres cotidianos.
Con tu recuerdo se llena mi alma de
gozo por todo cuanto me enseñaste, me diste, me hablaste durante tus años de vida
y que sigo sintiendo en cada instante.
Por tu amor incondicional, por tus
besos de agradecimiento y cariño, por tus manos de apoyo y de guía, por tu
abrazo protector, por todo cuanto me distes en cada instante, elevo una oración
al cielo. Oración de gratitud, de amor, de perenne recuerdo. Mamá, hoy soy
feliz, tu recuerdo vive en mí.
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