viernes, 14 de octubre de 2016

OTOÑO

Ahora sí que podemos afirmar que el tiempo de playa ha finalizado. El primer día de octubre, sábado, pude aún zambullirme en las tranquilas aguas del Océano Atlántico. La playa estaba tranquila, el sol aún calentaba con fuerza. No era el sol con la misma intensidad que en pleno mes de agosto, pero apetecía dar unas brazadas y sentir el frescor del agua. Sumergirme y emerger entre unas mansas, pequeñas, silenciosas y regulares olas que iban y venían, como si alguien agitara tenuemente una sábana. 
La playa presentaba un aspecto distinto al que suele tener en pleno estío. Poca gente, pocas sombrillas, pocas algarabía, “chiringuitos” cerrados y otros servicios, propios del lugar, clausurados. Parecía una playa aislada donde ya los niños han cumplido sus sueños de constructores de castillos, de portadores de agua, de buscadores de conchas o piedrecillas vulgares que para ellos representan grandes pero efímeros tesoros. 
El otoño se ha precipitado mostrando, al amanecer, un cielo cubierto de gruesos nubarrones de color gris fosco que amenaza lluvia. Aguacero que se ha manifestado antes de lo previsto y en las primeras horas del día. Ha llovido durante toda la mañana. Al mediodía cesó la reverberación de la tierra y un olor a tierra mojada, a incipiente y remozada vegetación, se confundió con el fresco y saludable olor de la lluvia sobre la tierra. Durante toda la tarde, nuevamente la lluvia ha irrumpido en el pueblo, sobre los eriales, yermos, desecados y ejidos campos convertido la tierra áspera y parda de octubre en una materia lóbrega, arcillosa, pastosa, en barro, en lodo, en fango intransitable. 
Otoño nos ha brindado ya una noche de lluvia. En el silencio uniforme, pacifico y apacible de la noche he oído caer el agua, a veces, de forma precipitada, otras, en un solo y monótono tono que como una dulce arrullo estimula el sueño. Otoño nos ha traído ya las noches frescas, invitándonos a olvidar las noches de calor sofocante y tórrido que este verano hemos vivido y que en reiteradas ocasiones nos han causado pereza y somnolencia. 
Amanece y las primeras noticias del día informan de la tormenta que hay en el PSOE, nada nuevo, y de las lluvias torrenciales habidas en otros lugares del país. Lluvias que han sido intensas y perjudiciales en el Maresme, donde causó una víctima mortal, el corte de carreteras, líneas férreas y bajos inundados, consecuencias que suelen acontecer en esa comarca, donde ante la predicción de lluvias, se aconseja no transitar por las proximidades de rieras y torrentes cercanos. 
Amanece y fuera, en la calle, se empieza a percibir el ruido, el susurro, la barbulla del pueblo que se despierta, se despereza con la melodía que entonan las gotas de agua sobre el empedrado de las calles y a la espera de visitar como por fin se ha esponjado la tierra y contemplar ese baile de colores en las copas de los árboles y el alfombrado de los bosques que hace que el otoño sea sencillamente espectacular para andar por caminos, senderos entre eucaliptales, hayales, pinares y valles disfrutando de la naturaleza. Otoño me hace evocar y tatarear “Balada de otoño“ de Joan Manuel Serrat 

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