martes, 19 de marzo de 2013

HABEMUS PAPAM

Es innegable que la elección de un Papa es un hecho de gran importancia, relevante, mediático. Nunca tantos medios y sistemas de comunicación se han hecho eco segundo a segundo de todo lo acontecido al respecto hasta que, el pasado 13 de marzo de 2013, el cardenal Bergoglio fue elegido sucesor de Benedicto XVI a las 19:06 h. del segundo día del cónclave, en la quinta ronda de votaciones.
La popular señal de “fumata blanca” daba la noticia y poco después se oía el “HABEMUS PAPAM”. Los 115 cardenales electores habían llegado a la conclusión de que Jorge Mario Bergoglio sea el sucesor de Benedicto XVI quien, seguramente, seguía con expectación tan importante evento.
Sin duda es el primero en varios aspectos, como ser elegido en vida de su antecesor, el primer Papa jesuita de la historia de la Iglesia Católica, y el primero hispanoamericano. Además, es el tercer Pontífice no italiano. Según las primeras impresiones rompe clichés de imagen, sus formas y protocolos, no están cargadas del “misticismo” que muestran muchos jerarcas de la iglesia y sus primeras palabras han sido de humildad y con la intencionalidad de que la Iglesia sea de los pobres, de los y para los que Cristo evangelizó.
El nuevo Pontífice de sonrisa afable, no está adornado de sotana filetata, de zapatos púrpura, de crucifijo pectoral de oro, su anillo papal no impone, estrecha enérgicamente la mano, no como esos clérigos que ofrecen la diestra blanda y huidiza al interlocutor. Se le ve exultante, cordial, cercano, dialogante, afable, amable, amigo, lo que le convierte en el Papa esperado parece un Papa atípico. Se le nota que lo sabe, que lo vive, que lo siente y que quiere aprovechar el tirón para desterrar a los apatronados vaticanistas y descartar las magnas y pomposas celebraciones romanas largas, pesadas y cargadas de símbolos y poco cercanas al pueblo.
Es el Papa de la esperanza, de la renovación, del anuncio amable y valiente del Evangelio. Si no es así, si la iglesia no se renueva, no se actualiza, se limita a condenar y no a luchar para que el ser humano este por encima del poder y ambiciones de unos cuantos se ha perdido la partida.
La iglesia ha de trabajar para erradicar, la esclavitud, la marginalidad, la opresión, el avasallamiento, la indignidad humana, las injusticias sociales. La Iglesia del siglo XXI ha de ser la esperanza de todos y para todos.
Si al Papa Francisco, no le dejan ejercer el ministerio conforme al Evangelio de Jesucristo, el ultimo que cierre la puerta y apague la luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario