lunes, 11 de marzo de 2013

UN DIA DE LLUVIA



Es un día de los muchos del año, concretamente martes, cuando el despertador ha roto mi sueño notificándome el nuevo día a la vez que he percibido el suave ruido de la lluvia sobre los cristales de la ventana. Las pequeñas, pero constantes gotas de agua durante la noche, se han ido adhiriendo al cristal, resbalando por él, dejándolo con una suave transparencia y mojando el alfeizar.
Ha sido al levantarme y abrir la ventana cuando he pensado, constatado, vivido y sentido la maravillosa sensación de ver llover. Desde mi ventana he visto las flores del patio y los arboles de la calle con sus hojas, ramas y tallos humedecidos y he sentido ese olor característico de los días de lluvia. Las flores, han amanecido tapizadas de gotas de agua que durante la noche suavemente se han ido posando en los pétalos y cubriendo las corolas. He percibido olor a tierra mojada.
El cielo azul y las nubes blancas y esponjosas de otros amaneceres estaban escondidos tras un manto gris, como la ceniza, que mostraba alargadas rendijas que dejaban, por momentos, ver unas inapreciables exhalaciones de sol invernal.
Los gorriones, libres de jaulas, revolotean y saltan de rama en rama, de árbol a árbol, sacuden su plumaje para aliviarse el agua que soportan en sus plumas y parece que quieren formar parte de mis sensaciones matinales, de mis incipientes pensamientos del día mientras veo llover y constato este encuentro efímero con la naturaleza, con este fenómeno atmosférico, de tipo acuático con el que en los últimos días estamos viviendo casi a diario.  
Cierro la ventana y pienso en escribir lo que ha sido algo más que un simple amanecer, algo más que un simple ver llover, algo más un nuevo día de lluvia sobre los eriales y ejidos campos y sobre los campos donde empieza a brota el trigo.
Fuera, en la calle, se empieza a sentir el ruido, el susurro, la barbulla del pueblo que se despereza con la melodía que entonan las gotas de agua sobre el empedrado de las calles.
Y la solemne calma de estas divinas horas matutinas, se ve rota por el sonido metálico de un vehículo cuyas ruedas chapotean sobre los charcos de la calle lo que me hace volver a la realidad de que el día empieza, de que el pueblo se levanta, de que las farolas se apagan a pesar de que sigue lloviendo.

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