Se
cumplen ya tres meses de mi jubilación, nada que reseñar, nada nuevo, a excepción
de la gran importancia que representa para mí el poder compartir más
intensamente mi vida de pareja, de familia, de compañía, de acompañamiento de plenitud,
de vivir sin prisas, sin inquietudes, de compartir todas esas pequeñas o
grandes cosas que tienen valor en la pareja, y reafirmando cotidianamente una buena
comunicación, empatía, respeto y
confianza mutua. Reafirmación cotidiana en el amor.
Poco a poco
se han ido acallando aquellos gratos recuerdos del día del adiós (12-12-12) pero
aun me sigo planteándome si he de dejar escrito en este lugar las palabras que
aquel día manifesté y que eran las que sentía y siento como agradecimiento a
todos los que directamente o indirectamente me han ayudado a lo largo de todos
mis años de vida laboral. Hoy he decidido publicarlo, eso si, en dos partes, es
largo y no sé como recortarlo, lo siento, no se abreviar.
Como todos sabéis no soy un erudito de la palabra y menos en momentos
como este en que me invade la emoción, en que la garganta se me seca, se me
empasta la lengua y me es difícil articular palabras. Momento en que fluyen las
palabras a mi mente más rápidas de lo que mi voz es capaz de transmitirlas
mientras leo. Momento de una duplicidad
de sentimientos que se contradicen. Por una parte está el sentimiento grato del
final de una vida laboral y por otra, el más fuerte y menos grato, que es, el
dejar este lugar que para mí ha sido el forjador de una gran parte de mi vida.
Dicen los entendidos que la música, la canción, la poesía, nace de la
necesidad que tiene el ser humano de de manifestar sus sentimientos más
profundos, estas formas de manifestación afloran cuando faltan las palabras,
pero yo a pesar de que quiero hablaros de mis sentimientos más profundos en
este día, no voy a cantar, lo hago mal y
lo que quiero comunicar creo que sabré expresarlo incluso con el silencio, sin
evitar las referencias a manifestaciones de estos géneros.
Hoy para mí es un día grande porque me habéis permitido ser partícipe de
una gran lección, la lección de la amistad y del agradecimiento y que
mejor que en este recinto, en la escuela, asistir a una lección que
infaustamente se imparte en muy pocos momentos. La escuela hoy no habla de
sentimientos, la escuela hoy, se empecina en transmitir unos conceptos que son
caducos en el tiempo bajo las programaciones arbitrarias de los gestores de
turno, que no doctos en la materia. La escuela
ha de transmitir valores como la amistad, la gratitud o el esfuerzo que son los
que abren, junto con otros, el paso por el camino de la vida.
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