Cuando
mi pensamiento está anclado en los gratos recuerdos de los días felices pasados
en Sevilla, el avión ha empezado a moverse lentamente, y como siempre ha
enfilado el rumbo hacia la pista de despegue en la que apenas sin percibirlo ha
ido aumentando la velocidad y el ruido dentro del habitáculo supera los
decibelios que mi oído está habituado a percibir.
Constato
desde mi lugar preferido (la ventanilla) como aumenta la distancia entre la
aeronave y el suelo. Reparo en el paisaje que veo a vista de pájaros. Mi
percepción de las cosas se convierte en un ejercicio de agudeza visual que me
permite avistar pueblos, casas, llanuras, cerros y montañas por los que cruzan
caminos, trochas, veredas, senderos, carreteras secundarias y principales en
las que los coches parecen moverse lentamente, donde las salidas e
incorporaciones a otras vías, a veces son muy directas y otras están trazadas
con cuidadosas geometrías circulares.
Poco
a poco nos hemos ido incrustando en un cielo gris plomizo flanqueado por claros
de intenso azul, de ese azul propio de las tierras del sur, de Sevilla. ¿Por
qué no hay un azul Sevilla? Al igual que
existe un rojo Burdeos, un verde oliva, un amarillo pajizo o un negro
azabache. Si, ya sé que hay azul eléctrico, marino, ultramar, celeste, claro, turquesa incluso añil,
pero no es lo mismo. El azul de Sevilla es diferente, Sevilla tiene un
color especial, que para mí es
indescriptible, como inexpresable me resulta detallar ese blanco de los pueblos
encalados que tanto brillan y lucen cuando lo fustiga el sol de las tardes
estivales.
Mientras
espero la arribada al destino contemplo, desde la minúscula ventanilla, como
cae la tarde, como el horizonte se colorea con los tonos del crepúsculo
vespertino, como debajo, en la lontananza se vislumbran pequeñas y diminutas
lucecillas a veces aisladas, otras agrupadas formando las más variadas , caprichosas y diversas siluetas de la calles,
de las plazas de ciudades, pueblos aldeas o lugares que se despiertan a la luz
de la noche mientras el cielo oscurece y por la megafonía se anuncia que dentro
de media hora llegaremos al lugar de destino donde el cielo está despejado y la
temperatura es de doce grados. La propia para este día segundo del mes de marzo
de 2013.
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