El
frio, propio de esta época invernal, convierte parajes, campos, pueblos,
ciudades, caminos, carreteras y vías en noticia. El manto blanco de la nieve
hace su aparición en lugares insólitos dejándonos estampas que muchos quieres
plasmar para el recuerdo y los medios de comunicación, siempre en el lugar de
la noticia, propagan desde los albores del día.
Junto
a la noticia meteorológica, se mezcla el ondear de banderas, banderolas,
pancartas, inscripciones, emblemas que portan quienes corean consignas o lemas
resaltando el día de Andalucía y en protesta y reivindicación de los derechos
substraídos a la ciudadanía.
Pero
si hay una noticia vital, trascendente, importante, insólita es la que
transmiten todos los medios de comunicación (me atrevo a decir mundiales). A las 20,0 horas del día se produce en la
ciudad del Vaticano la renuncia efectiva de Benedicto XVI. El que ha sido
durante ocho años vicario de Cristo en la tierra ha renunciado a su cargo y
esté día se retira del papado e inicia una nueva forma de vida. Se convierte en
Papa emérito.
La
decisión de abandonar el puesto, hace días que se dio a conocer, alegando una
mermada salud e incapacidad para seguir al frente de una Iglesia anquilosada,
envuelta en una nebulosa de dudas, de rencillas internas, de noticias que a los
ojos de muchos esta lejos de los bienaventurados. La iglesia que se conoce es
la de la ostentación, la del poder, la de la opulencia, la que se afilia y
rinde pleitesía al poder y en la que sus jerarquías no defienden ni tiene la
valentía de pronunciarse públicamente contra las atrocidades de gobernantes
corruptos, sin ética, faltos de moral que suplantan a las personas por sus
intereses personales o partidistas.
Es preciso que la
Iglesia católica sea denuncia y anuncio, crítica e impulsora de propuesta
de alternativas. Ser
esperanza en la desesperanza, de ser la iglesia de los pobres, de los
marginados, de ser solidaria con los últimos, los desarraigados. De propugnar la liberación de los pobres y oprimidos, de oponerse al
egoísmo, a la injusticia y a la explotación. En eso sigue al Maestro.
El sacerdote jesuita José María Díez-Alegría, hizo estas estremecedoras declaraciones sobre la
Iglesia secuestrada por los poderosos: “Pienso que la Iglesia católica en su
conjunto ha traicionado a Jesús. Esta Iglesia no es la que Jesús quiso sino la
que han querido a lo largo de la historia los poderosos del mundo”.
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