Cómo se viene la muerte
Tan callando. (Jorge Manrique)
Y así
callando, sin saber cuál era el murmullo que se oía en esos momentos en el
interior del avión siniestrado. Sin saber cuál era el estruendo in situ contra
la montaña. Así, cumpliendo con su función laboral los tripulantes, otros tal
vez, recordando, pensando, leyendo, adormilados o conscientes de la realidad
ciento cincuenta seres humanos pasaban de la vida a la muerte.
Los medios
de comunicación pronto se han hecho eco de que en la alta montaña de los Alpes,
cerca de Seyne-les-Alpes, un avión desaparecía sembrando la incertidumbre, el
dolor de la muerte inesperada, de la
tristeza inconsolable de las familias y amigos de las víctimas mientras se duda de la
vulnerabilidad aeronáutica y crece el sentimiento de recelo hacia las
tecnologías falibles, y más cuando como en este siniestro, originan la angustia
de la incertidumbre por no saber de inmediato las causas que han motivado a
este fatídico fin.
El
frondoso y verde paraje de la alta montaña, en breve espacio de tiempo ha
pasado a ser desértico, humeante, funesto, dantesco, grisáceo, negro, como
negro es el color del dolor de los familiares y amigos que despedían a los
viajeros y tripulantes o, con la intranquilidad de abrazarlos, les esperaban en
el lugar de destino. Negro, como ese lazo que hoy aparece en los medios de
comunicación.
Pensar en los fallecidos origina amargura, pero revelo
que de forma especial me produce tristeza la muerte de ese grupo de jóvenes estudiantes que han pasado unos
días en intercambio escolar en Llinas. El
dolor por la muerte de los hijos parece más antinatural, parece ir contra el
orden lógico de la vida, y lo hace de tal manera que en todas las
lenguas del mundo tiene una palabra para nombrar al hijo que ha perdido a sus
padres, huérfano, pero ninguna tiene una palabra que designe al padre o la
madre que vive el fallecimiento del hijo.
Pero
a pesar de la desolación, desconsuelo y dolor por lo acontecido, es necesario
aterrizar y seguir caminando por la realidad de cada día. Ser solidarios acompañando
a quienes sufren por el dolor del fallecimiento, de aquellos que por atentados
terroristas, por accidentes, por enfermedad u otras circunstancias han pasado a
la otra parte de la línea de la vida.
Que
todos encuentren la LUZ.
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