viernes, 17 de junio de 2016

AQUÍ, A LA ESPERA

Cuando despunta el día hemos vuelto a hacer el ya conocido camino del hospital. Ese camino rodeado de campos que hemos visto yertos en otoño, laborados en invierno y fructíferos en primavera mostrándonos el verde y amarillo de los girasoles o el trigo ya madura dispuesto para la siega, mientras que las adelfas circundas los laterales de la vía por la que transitamos.Nuevamente estamos a la espera de la analítica, de la visita médica, del informe de las últimas pruebas, de la que esperamos y anhelantes deseamos que sea la última sesión de quimioterapia. Aquí estamos, una vez más y perdida la cuenta de cuantas veces han sido o son. Hoy, un algo especial, indescriptible, exclusivo, verosímil, insólito parece que nos pulula por la mente, por el cuerpo. El día resulta especial porque supone el final de un tratamiento que ha ocupado nuestros últimos días, nuestros últimos meses y ya después de dieciséis sesiones y dos fallidas, deseamos y esperamos que sea el final.
Aquí, a la espera, en la sala donde se cuentan las historias médicas personales de quienes esperan ser atendidos por el especialista de turno. Aquí, cada cual en silencio o hablando de su “aventura” de su dolencia, de su preocupación, de su reacción al tratamiento al que periódicamente se están sometiendo, de su superación, espera paciente mientras se oyen las historias más variopintas. Su alocución la percibo cargada de una cierta narración de una hazaña que con detalle muestra y percibo que ha transformado  vida, familia, trabajo, carácter e incluso la mirada y el semblante de los pacientes que intentan cubrir su alopecia y de los acompañantes que pasivos escuchan e internamente viven y comparten en silencio la situación o la realidad que se está viviendo.
Aquí, a la espera, en esta sala cargada de momentos y donde con el transcurso del día, de las horas de espera se percibe el aumento de volumen de las charlas, de las conversaciones que se suceden y que son interrumpidas sólo con el tono de  aviso de la pantalla que muestra el número de orden y la consulta a la cual ha de acceder el paciente.
Aquí, a la espera, por fin ha llegado el momento, la visita, el informe de las últimas pruebas, y la última sesión de quimioterapia. Ha transcurrido el tiempo y su discurrir parecía más lento que en otras sesiones pero “todo pasa y todo queda” y por fin hemos vuelto a oír ese pitido que emite la “máquina” de quimioterapia, el último de todo este periplo, de estos momentos “eternos”.
Por fin dejamos la sala, con un sincero agradecimiento para todo el personal clínico que nos ha atendido tan magníficamente y con una gran sonrisa, casi sin palabras y a la espera del siguiente tratamiento, la radioterapia nos aferramos de la mano, nos agarramos a la vida con fuerza y volvemos a nuestro hogar con esperanza.

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