domingo, 5 de junio de 2016

DE PIEDRA

De piedra, son los caminos que se interceptan, se desvían, afluyen, concurren o surcan planicies, valles y montañas. Que cruzan pueblos, aldeas, pedanías o villas cargadas de historia, leyendas, poesías, cancioneros, apodos, patrañas, tradiciones, honestidad y lujuria, amores y desamores, lágrimas y risas, poder e indigencia, verdades y mentiras.
De piedra, los adarves en lo alto de una muralla, detrás de las almenas que en silencio reservan que antaño vivieron duras y sangrientas batallas por el poder y la gloria, la autoridad y el dominio.
De piedra, el brocal y los pilares donde canta incansable el agua de las fuentes, donde acuden a calmar su sed las musas, las mozas con los cántaros en las caderas. Fuentes donde bebe el caminante, el pasajero, el vagabundo, el labriego, el sediento de paz y de justicia.
De piedra, las cimas de las altas montañas donde parecen posarse las nubes en su tránsito hacia el horizonte, hacia esa línea que separa el cielo de la tierra y donde se encienden las estrellas cada noche para apagarse en la alborada.
De piedra, son los campanarios y espadañas que se yerguen hacia los cielos guardando en su interior grandiosidades y riquezas y donde redoblan las campanas en días de fiesta o plañen amparando un fúnebre y lúgubre séquito.
De piedra, los cauces del rio que discurre entre tajos, cañones y barrancos o por las extensas llanuras creando meandros de cantos rodados que se disgregan configurando gravas y arenas.
De piedra, los puentes que apoyados de orilla a orilla o apuntalados sobre sólidos pilares permiten el tránsito entre márgenes que separan hasta doctrinas, convirtiéndose en fronteras insalvables de personas de la misma estirpe.
De piedra, son las fachadas de regios edificios que el tiempo no ha mermado y que son historia de un pasado repleto de ficciones y verdades, de poderío y grandeza, de dominio y esclavitud.
De piedra, el banco donde descansa el viajero, el peregrino, el anciano que añora su pasado y pasivo aguarda mañana, pasado mañana y así hasta el final de sus noches, de sus mañanas o de sus días.
De piedra, los bustos, que como los de la fabula de Samaniego, aunque parecen hombres, solo son bustos y así los emulan quienes a pesar de sus ministerios parecen carecer de seso y en vida son simples bustos. 
De piedra, chozas, cabañas, bóvedas, arcos, dovelas, alfarjes, gárgolas, zaguanes, patios, capiteles, columnas, broqueles, celosías, rulos, piletas, abrevaderos, morteros, platos, vasos, mazas, fósiles, dólmenes, monolitos, efigies, lápidas, cruces, mojones, escaleras, peldaños, barandas, muros … y mil objetos más.
De piedra, espero y deseo que no se tornen los corazones de quienes ven impassitos fenecer criaturas, criaturas engullidas por el mar. Seres humanos que huyen de masacres en un prolongado éxodo  buscando un lugar que los acoja, mientras niños exhaustos, desnutridos, harapientos, de sonrisas entrecortadas, y ojos cargados de lágrimas, tienen más guerras y miseria en su corta vida que futuro con esperanza.

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