martes, 8 de diciembre de 2015

EL CACTUS PLUMA DE SANTA TERESA, HA FLORECIDO

En el alféizar de mi ventana el cactus pluma de Santa Teresa, ha florecido. Su floración la interpreto como un homenaje a ella, mi madre, la yaya, la tita, la Sra. Pepita, que tal día como hoy -8 de diciembre-  gustaba de festejar su cumpleaños. Hoy hubiera cumplido su noventa y dos años.
Tal día como hoy emergen a mi mente recuerdos de este día, algunos son como un vago sueño, otros como una realidad que estoy viviendo y que deseo que el tiempo no borre.
Son difíciles de recordar en la manera y forma como festejábamos su cumpleaños en aquella fría, inhóspita, solitaria, antigua, incómoda vivienda que formaba parte de las casas para ferroviarios de la estación de Piñar (Granada) ya hoy desaparecidas.
A mi mente emerge el recuerdo de las rosquillas, de los polvorones que hacían mis padres y en cuya elaboración nos “permitían” participar. La casa se llenaba de gente, los vecinos y cortijeros colindantes y entre cantos y bailes al son de un acordeón transcurría la tarde noche.
Más reales son los recuerdos  de tantos y tantos años después en que era el día en que hermanos y primos nos juntábamos en un minúsculo piso de Barcelona. En sus inicios solíamos empezar el homenaje con una comida que se iniciaba con unos entremeses, a los que seguía una paella y las sabrosas natillas o crema catalana. A medida que avanzaron los años y mermaron las facultades de mi madre, nos hacia una merienda y siempre insistía –Coméroslo todo que no me quede nada porque si no estoy comiendo bocadillos toda la semana- eso sí, no faltaba el champagne, ahora cava.
Ya en los últimos años habían mermado no sólo sus facultades sino también su economía, y aquellos ágapes se convirtieron en galletas surtidas, los típicos dulces navideños y el cava, mientras el teléfono iba sonando ella daba instrucciones –Niñas sacar las copas .. Antonio abre el cava.. Manolo parte el pastel- El pastel siempre era el regalo del primo Manolo, los demás la obsequiábamos con aquello que más necesitaba.
Terminaba el día pero antes de irnos era obligado decir “que hacemos para Navidades” y programábamos esos días tan cercanos y que ella deseaba pasar en familia, con su familia.
Seguro que me dejo detalles como son el tener que llevar las silla, el agrupar los muebles para caber todos, el hacer las fotos de recuerdo, el brindis por ella, el griterío de los nietos, el recoger todo y la ignorancia, por nuestra parte, del profundo silencio en que se veía sumida después de que todos nos marchásemos. Silencio, trabajo y seguro que una gran felicidad por las horas que habíamos compartido con ella, que en algún momento había exclamado “¡Ay Prenda!”. ¡Ay mama como te recuerdo! Y de forma especial, hoy en que tu flor, tu pluma de Santa Teresa, tu herencia, aquella que tú cuidaste, hoy en el alféizar de mi ventana ha florecido para homenajearte. MAMÁ MUCHAS FELICIDADES

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