viernes, 11 de diciembre de 2015

HA LLEGADO YA MI NAVIDAD

Las calles de las ciudades y los pueblos ya están iluminadas junto a los restos de carteles de la manifestación contra el maltrato ambiental a nuestro planeta, la violencia de género; calles con carteles de la campaña electoral del día 20, el cacareado 20D; calles con la gente comentando sus compras por los días del Black Friday, la TV desarrollando los debates de unos candidatos con corbata, otros en mangas de camisa y todos con su peculiar verborrea intentando demostrarnos que son los mejores aunque otros se empeñen en hacernos ver su falta de experiencia, ¿de experiencia o de profesionalidad?
Ya huele a castañas asadas; las flores de Pascua en el puesto de flores de la esquina; los escaparates con guirnaldas de luces,  lazos y bolas me dicen que estamos en Navidad, pero, en donde tantas y tantas veces lo había visto encuentro a faltar  el misterio, los Reyes Magos, ahora, en su lugar, hay unos farolillos con aire oriental; ya no oigo villancicos, ni panderetas, ni zambombas porque parece ser que es mejor el karaoke oriental...
Tengo la extraña sensación de que me están quitando mis raíces, mis tradiciones, que alguien  está manipulando mi memoria porque ha decidido que hay que globalizar y conciliar las diferentes culturas, y para eso, o con esa disculpa, o sin ninguna justificación, me quitan lo que reserva mi memoria de estas fechas, me privan de lo que tantos años he vivido.
Que nadie se llame a engaño: ¡no es sólo una cuestión de creencias religiosas! Para mí la Navidad era algo más que una cuestión de afirmaciones religiosas, algo más que una campaña publicitaria de grandes almacenes y centros comerciales. Para mí, era y es unos días en familia, de concordia, de alegría, de compartir, de un sencillo belén en un lugar perceptible de la casa, de villancicos y una gastronomía un tanto especial, distinta, diferente, peculiar pero no imprescindible, al menos así me lo enseñaron, así lo aprendí e intenté trasmitirlo y vivirlo.
Todavía faltan días para Nochebuena, y espero que las gentes se vistan de felicidad, de esperanza, de concordia, de amistad, de paz. Que se sienten a una misma mesa sólo para eso, para estar sentados juntos los unos con los otros, sin llorar ausencias, ni pensar sólo en penurias y nostalgias de otros tiempos, y vivir el presente con todos los presentes sin miedo de darles un abrazo, un beso, la mano y  decirles ¡Te quiero mucho!.
De lo contrario, seguiré pensando, seguiré preguntando: "¿Ha llegado ya mi Navidad?" Una Navidad que deseo y espero que llegue para los refugiados, para los emigrantes, para los inmigrantes, para los enfermos, para los indigentes, para los sin trabajo, para los que aún creen en una sociedad más justa y humana. Por eso y por tantas y tantas cosas, os deseo lo mejor de la vida en estas fechas y siempre.

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